Nuestra Señora de la Esperanza o de la "O"

18 de Diciembre
En época de Adviento, la esperanza es el sentimiento que mejor simboliza la próxima llegada del Señor. El corazón de esa expectativa es María, elegida entre las mujeres para ser la Madre del Hijo de Dios. De ahí que en el año 656, los Padres del Décimo Concilio de Toledo instituyeran esta fiesta para que se celebrase antes del Nacimiento de Jesús.

Motivaron su decisión en el hecho de que no todos los años se puede celebrar convenientemente la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma. Por su especificidad, este tiempo no resulta el más idóneo para celebrar un misterio relacionado con el comienzo de la Salvación. De ahí que se estableciese que el día octavo antes de la Natividad se tuviese como preclaro en honor de su Santísima Madre.

Nuestra Señora de la O, o de la Virgen de la Esperanza o de la Expectación del Parto, es una festividad genuinamente española, habiendo sido instituida por los Padres del X Concilio de Toledo en el año 656, fijándola ocho días antes de la Natividad de Jesús, el 18 de diciembre.

Este nombre, de Nuestra Señora de la O, le viene a María porque las siete estrofas de Vísperas, que preceden a la Navidad, empiezan por “OH”, signo de expectativa y esperanza del pueblo de Israel, y especialmente de María, en la llegada de un salvador. Por lo que Virgen de la O es sinónimo de Virgen de la Esperanza.

El nombre de Nuestra Señora de la O, ha sido interpretado más popularmente como aludiendo al estado avanzado de gravidez de la Santísima Virgen, cuyo purísimo vientre se muestra ya redondo como esa vocal a pocos días del alumbramiento del Hijo de Dios.

Nuestra Señora de la Esperanza
La esperanza es una virtud que acompaña al pueblo de Israel a lo largo de toda su historia. El pueblo de Dios tenía clara conciencia de su pecado y de que Dios remediaría su situación. El pueblo de Israel, alentado por las enseñanzas de los Patriarcas y Profetas, fue creciendo en la esperanza de que Dios le libraría de todos sus males y pecados enviándoles un salvador. Pero entre todos los hijos de Israel la que más intensamente vivió la esperanza y ansió el cumplimiento de las promesas fue María. Los Santos Padres nos la presentan en oración, absorta en Dios, cuando recibe la visita del arcángel San Gabriel, pidiendo al Altísimo la pronta llegada del Mesías Salvador.

Pero María, por ser madre del Redentor y por voluntad del Padre, se convierte en fuente de esperanza para el nuevo pueblo de Israel. Ella es, pues, la esperanza de nuestra salvación en medio de las dificultades de la vida. Y así, el Vaticano II no duda en proclamarla “Signo de Esperanza”, que precede con su luz al pueblo de Dios peregrinante en esta tierra, hasta que llegue el día de Señor.

La Virgen de la Esperanza es por excelencia la patrona de las mujeres embarazadas. Ofrezcamos este día, de modo particular, a todas aquellas mujeres que se hallan embarazadas, para que la Virgen las asista y las proteja y para que sepan cumplir cabalmente con su misión maternal.

Las imágenes y cofradías en honor de la Virgen de la Esperanza hacen referencia a dos acontecimientos en la vida de Nuestra Señora. En primer lugar están las que se refieren a su embarazo, a los meses previos al parto. Hay otro grupo que hace referencia a la esperanza en la resurrección del Señor, después de su sepultura (a ese grupo corresponden las populares Esperanza de Triana y la Esperanza Macarena de Sevilla).

La fiesta litúrgica en honor de la Virgen de la Esperanza se celebra desde tiempos muy antiguos el 18 de diciembre. En el décimo Concilio de Toledo (año 656) se estableció que se llamara «fiesta de la expectación del parto de Nuestra Señora». En el decreto conciliar se dice: «Se establece por especial decreto que el día octavo antes de la Natividad del Señor se tenga como celebérrimo y preclaro en honor de su santísima Madre».

Nuestra Señora «de la Expectación» o «de la Esperanza» es también llamada Nuestra Señora «de la Dulce Espera» y Virgen «de la O».

En esta celebración se hace memoria de la encarnación del Señor en el vientre de María y de la plena colaboración de María con los planes de Dios. María es la mujer orante, que escucha la Palabra de Dios, y es el modelo de la Iglesia, que pone en práctica la Palabra de Dios.

A lo largo de los siglos, los justos de Israel habían esperado en el cumplimiento de las promesas de redención hechas por Dios por medio de sus profetas. En la plenitud de los tiempos, la esperanza de Israel y de la humanidad entera se concentra en María, la humilde sierva del Señor, que cree y espera con confianza que Dios cumplirá lo que anuncia.

En Oriente, los iconos con la Virgen María en actitud de oración, con los brazos abiertos, y el niño Jesús colocado en un círculo sobre su vientre, son muy comunes. Suelen estar colocados en la parte superior del presbiterio, a veces ocupándolo por completo.

Esta representación de la «Theotokos» (‘Madre de Dios’) es llamada «Panaghía» (‘Toda Santa’) y también «Virgen del Signo» (en referencia a una profecía de Isaías que dice: «Os voy a dar un signo, la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros»).

A partir de la Edad Media, las pinturas y esculturas de la Virgen María embarazada también se generalizaron en Occidente. Muchas veces se representa a María embarazada y cerca al arcángel Gabriel. Otras veces se representa a María embarazada junto a su prima Isabel, también en estado. Otras se la representa sola. Muchas veces, sobre el vientre abultado se coloca un círculo, un sol, o una pequeña representación del Niño Jesús. En algunos casos más raros, en el vientre de la imagen hay una puertecita que se abre, para reservar el Santísimo sacramento, sirviendo la imagen de sagrario.

María es modelo de esperanza en las promesas de Dios, que se cumplen siempre y es también fuente de nuestra esperanza, tal como rezamos en la Salve: «Vida, dulzura y esperanza nuestra, a ti clamamos». En ella pone su confianza el pueblo cristiano, sabiendo que nunca abandona a sus hijos.

Fuentes: El blog de padre Eduardo
Reina del cielo