Cada joya es una ofrenda de fe. El inventario de sus bienes no se revela a detalle, menos su valor monetario. El tesoro de la Virgen del Trono es materialmente incalculable, tanto como el amor, la gratitud y la devoción que los católicos nicaragüenses le profesan a su “reina”. Una relación que suma 451 años.
De allí que cada 6 de diciembre la Virgen baja de su trono para recibir en su hogar, la Basílica Menor de El Viejo en Chinandega, a miles de sus fieles, quienes, en agradecimiento por su protección, le llegan a lavar sus joyas.
La imagen está colocada sobre un conjunto de plata repujada de la época colonial. Está conformada por una peana con un corazón de madera preciosa y un baldaquín de plata peruana, obsequiado en 1663, según las inscripciones en hierro forjado de las ventanas de la Basílica Menor. Está rematado en cruz, y coronado en sus cuatro ángulos por granadas, fruta símbolo de la corona española, explica el historiador chinandegano Dionisio Moya.
Añade que los relatos de la época refieren que el baldaquín y el marco de plata repujada que fue entregado a la Virgen un siglo después de llegada a Nicaragua --a través del puerto de El Realejo, en 1562--, no contenían la peana de plata sólida que conforma su sede actual. Fue en 1672 que se le anexó, y fue un regalo del capitán español Francisco de Aguirre.
Es un trono espiritual, hasta donde los fieles llegan para rogarle que interceda para ser beneficiados con las gracias celestes que solo concede Dios.
Las alhajas de la reina
Entre las alhajas de gran valor de la Reina destaca “La Preciosa”, una corona de oro y plata con piedras preciosas que le fue entregada en 1747. Nuestra Señora posee dos coronas más de oro.
También posee un rosario de oro y perlas que el año pasado, al cumplirse los 450 años de su reinado en Nicaragua, le fue enviado bendecido por el papa Benedicto XVI.
Los ornamentos que integran los tesoros de la Virgen del Trono se pueden clasificar en tres categorías: los que usa la imagen, los destinados al culto eucarístico y los que adornan el edificio religioso.
Joyas de la imagen: baldaquín, peana, andas, mantos, tunicelas, coronas, aretes, cadenas, anillos, fajines, prendedores, brazaletes, pectorales episcopales, pulseras y adornos varios para el cabello y para el manto. También se incluyen las estrellas y flores, así como las placas con los nombres y títulos con la que es invocada la Madre del Hijo de Dios. Los metales preciosos predominantes son el oro y la plata con incrustaciones de piedras, entre perlas, esmeraldas, rubíes, aguamarinas, zafiros, zircones y brillantes, entre otras.
Para el culto y sacramentos: se trata de objetos que le fueron obsequiados por sus devotos y ministros sagrados, entre los que se cuentan cálices, patenas, candelabros, ciriales, cruz alta procesional, atriles, expositorio del Santísimo Sacramento, turiferarios, incensarios, navetas, hisopos, custodias, relicarios varios, casullas, albas, estolas, paños de hombro, capas pluviales y otras vestiduras sagradas. Predominan los elaborados en plata y bronce.
Adornos del templo: retablos en madera o “altares”, campanas y lienzos sagrados como manteles, corporales, purificadores, cortinas y paños de hombro. Se incluyen los muebles como la mesa de la celebración, el púlpito, los sillones de la sede, la imaginería de los altares y el arte sacro.
Datos de interés
Cuando la Virgen recibe un obsequio en gratitud por algún favor concedido, recibe el nombre de “exvoto”.En 1672, el obispo de Nicaragua y Costa Rica, Don Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, visitó la parroquia de la Inmaculada Concepción de El Viejo, y constató que el templo y la imagen eran de los más obsequiados del orbe.
Los exvotos no deben confundirse con las reliquias, nombre que se le da a las partes del cuerpo, bienes personales u objetos tocados por un santo.
451 años de devoción
Con la tradicional Lavada de La Plata, cada 6 de diciembre, culmina el novenario a la Virgen del Trono. Cientos de católicos llegan de todas partes del país, y se congregan en el Santuario Nacional Mariano de El Viejo, muchos pagan favores recibidos. Es un evento que se celebra desde hace más de 350 años.“La Virgen del Trono, desde que vino a estas tierras, se quedó en el corazón de Nicaragua, y en estos días mostramos al mundo nuestra identidad, con la que ella nos selló”, expresa monseñor Rodrigo Urbina Vivas, rector de la Basílica Menor.
La Basílica Menor por estar hermanada con la Basílica Mayor de Santa María, en Roma, tiene el privilegio “de por vida” de conceder indulgencias plenarias en todo tiempo.
La Virgen del Trono llegó a Nicaragua en 1562, cuando era trasladada en una embarcación procedente de España hacia el virreinato de Perú por Pedro Zepeda de Ahumada --hermano de Santa Teresa de Jesús de Ávila--, y una fuerte tormenta lo obligó a detenerse en el Puerto de Posesión de El Realejo.