Loas por el Nacimiento de la Virgen María

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Nacimiento e infancia de la Virgen María
Natividad de la Santísima Virgen María
Imágenes de la Natividad de la Virgen María
Himno I


Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

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Himno II

Canten hoy, pues nacéis vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Canten hoy pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.

Dignan, Señora de vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.

Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.

Canten y digan, por vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense desde ahora,
para cuando venga Dios.

Y nosotros que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también
el corazón y las manos.

Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.

Oración:
Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.




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Texto de Rafael María López-Melús, Carmelita

A María recien nacida la piropean: La Palabra de Dios: "Eres toda bella, oh María... Mi elegida es Toda bella como la nieve de Líbano... ¿Quién es esta que avanza como un sol...?".

Y el día de su fiesta la saluda la Liturgia:
"Celebramos el nacimiento de la Virgen María...
Celebramos con gozo...
Quién es esta que se asoma como alba?
Cantamos de todo corazón la gloria de Cristo, en esta festividad del Nacimiento de la Virgen María

Hoy es el Nacimiento de María Santisima, cuya vida ilustra de esplendor a toda la Iglesia
Hoy ha nacido la Virgen María del linaje de David.
Por ella vino la salvación del mundo a los creyentes, y por su vida gloriosa todo el orbe quedó iluminado
Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunció la alegría de todo el mundo

Todos los textos de la Liturgia de las Horas y de la Eucaristía son piropos a esta Mujer sencilla y humilde, pero a la vez la mas grande que jamas vieron los siglos, que acaba de nacer...

¡Felicidades, Madre!
Felicidades por Ti, por tu nacimiento.
Felicidades, Madre, porque ibas creciendo en el oscuro camino de la fe.
Felicidades, Virgen peregrina, porque nos enseñas la ruta de la santidad.
Felicidades, Madre, porque un día, un mes, en un lugar, de unos padres... naciste como cualquiera de nosotros y sin embargo de Ti nacerá el Salvador del mundo unos años después.
Felicidades a la pobre de Nazareth.
Felicidades, Madre, porque todos felicitarán "a la amada, la paloma única, la perfecta".
Felicidades, Madre, porque eres la cima, la altura donde reside la divinidad.
Felicidades, Madre, porque eres la "Tierra de delicias".
Felicidades, Madre, porque eres la Madre de Dios y ...mía también.

Natividad de la Virgen María

Fuente: Opus Dei

Muchos siglos habían pasado desde que Dios, en los umbrales del Paraíso, prometiera a nuestros primeros padres la llegada del Mesías. Cientos de años en los que la esperanza del pueblo de Israel, depositario de la promesa divina, se centraba en una doncella, del linaje de David, que concebirá y dará a luz un Hijo, a quien pondrá por nombre Enmanuel, que significa Dios con nosotros (Is 7, 14). Generación tras generación, los piadosos israelitas esperaban el nacimiento de la Madre del Mesías, aquella que ha de dar a luz , como explicaba Miqueas teniendo como fondo la profecía de Isaías (cfr. Mi 5, 2).

A la vuelta del exilio en Babilonia, la expectación mesiánica se hizo más intensa en Israel. Una ola de emoción recorría aquella tierra en los años inmediatamente anteriores a la Era Cristiana. Muchas antiguas profecías parecían apuntar en esa dirección. Hombres y mujeres esperaban con ansia la llegada del Deseado de las naciones. A uno de ellos, el anciano Simeón, el Espíritu Santo había revelado que no moriría hasta que sus ojos hubieran visto la realización de la promesa (cfr. Lc 2, 26). Ana, una viuda de edad avanzada, suplicaba con ayunos y oraciones la redención de Israel. Los dos gozaron del inmenso privilegio de ver y tomar en sus brazos a Jesús niño (cfr. Lc 2, 25-38).

Incluso en el mundo pagano —como afirman algunos relatos de la antigua Roma— no faltaban señales de que algo muy grande se estaba gestando. La misma pax romana, la paz universal proclamada por el emperador Octavio Augusto pocos años antes del nacimiento de Nuestro Señor, era un presagio de que el verdadero Príncipe de la paz estaba a punto de venir a la tierra. Los tiempos estaban maduros para recibir al Salvador.

DIOS SE ESMERA EN ELEGIR A SU HIJA, ESPOSA Y MADRE. Y LA VIRGEN SANTA, LA MUY ALTA SEÑORA, LA CRIATURA MÁS AMADA POR DIOS, CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL, VINO A NUESTRA TIERRA

Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gal 4, 4-5). Dios se esmera en elegir a su Hija, Esposa y Madre. Y la Virgen santa, la muy alta Señora, la criatura más amada por Dios, concebida sin pecado original, vino a nuestra tierra. Nació en medio de un profundo silencio. Dicen que en otoño, cuando los campos duermen. Ninguno de sus contemporáneos cayó en la cuenta de lo que estaba sucediendo. Sólo los ángeles del cielo hicieron fiesta.

De las dos genealogías de Cristo que aparecen en los evangelios, la que recoge San Lucas es muy probablemente la de María. Sabemos que era de esclarecida estirpe, descendiente de David, como había señalado el profeta hablando del Mesías —saldrá un vástago de la cepa de Jesé y de sus raíces florecerá un retoño (Is 11, 1)— y como confirma San Pablo cuando escribe a los Romanos acerca de Jesucristo, nacido del linaje de David según la carne (Rm 1, 3).

CON SU NACIMIENTO SURGIÓ EN EL MUNDO LA AURORA DE LA SALVACIÓN, COMO UN PRESAGIO DE LA PROXIMIDAD DEL DÍA

Un escrito apócrifo del siglo II, conocido con el nombre de Protoevangelio de Santiago , nos ha transmitido los nombres de sus padres —Joaquín y Ana—, que la Iglesia inscribió en el calendario litúrgico. Diversas tradiciones sitúan el lugar del nacimiento de María en Galilea o, con mayor probabilidad, en la ciudad santa de Jerusalén, donde se han encontrado las ruinas de una basílica bizantina del siglo V, edificada sobre la llamada casa de Santa Ana, muy cerca de la piscina Probática. Con razón la liturgia pone en labios de María unas frases del Antiguo Testamento: me establecí en Sión. En la ciudad amada me dio descanso, y en Jerusalén está mi potestad (Sir 24, 15).

Hasta que nació María, la tierra estuvo a oscuras, envuelta en las tinieblas del pecado. Con su nacimiento surgió en el mundo la aurora de la salvación, como un presagio de la proximidad del día. Así lo reconoce la Iglesia en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora: por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el mundo: de ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro (Oficio de Laudes).

El mundo no lo supo entonces. Dormía la tierra.

J. A. Loarte

Sólo se celebran 3 nacimientos en la Liturgia


Todos los santos son celebrados en el día de su muerte, por ser su entrada en la vida eterna, pero existen estas tres excepciones
La Iglesia católica celebra muchas fiestas de santos a lo largo del calendario litúrgico, y estas fiestas no son celebradas en el día del nacimiento del santo, sino de su muerte, pues es la fecha de su nacimiento a la vida eterna.
Sin embargo, existen tres notorias fechas de nacimiento que nosotros, católicos, conmemoramos litúrgicamente:

El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo
El nacimiento de san Juan Bautista
La Natividad de la Santísima Virgen María
La Navidad de Jesucristo es una fiesta central de la fe cristiana porque celebra el nacimiento del propio Dios hecho hombre, en la gruta de Belén. No es necesario decir más.

En el caso de san Juan Bautista es necesario aclarar algo: él fue concebido con el pecado original, como todos los hombres, pero fue purificado antes de nacer, cuando su madre, santa Isabel, fue visitada por la Santísima Virgen María que, a su vez, ya llevaba en su vientre al Salvador, Jesucristo. San Agustín observó que la Iglesia siempre celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte, pero en el caso de san Juan Bautista, santificado ya en el vientre de la madre, él es celebrado también en el día de su nacimiento. Su fiesta es el 24 de junio.

Y la natividad de Nuestra Señora se celebra porque ella sí fue concebida libre del pecado original, por especial gracia concedida por Dios a la mujer escogida para ser la Madre Purísima del Redentor. Este es el dogma de la Inmaculada Concepción: la Santísima Virgen María fue concebida sin pecado. La fiesta de la natividad de Nuestra Señora se celebra el 8 de septiembre, precisamente nueve meses después de la celebración de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre.

Por cierto, la fiesta de la Natividad de María ya se celebraba en el Oriente católico mucho antes de ser instituida en Occidente. Según una bella tradición, comenzó cuando san Maurilio la introdujo en la diócesis de Angers, en Francia, como consecuencia de una revelación en el año 430:

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“Un señor de Angers se encontraba en la pradera de Marillais, la noche del 8 de septiembre de ese año, cuando oyó a los ángeles en el cielo. Les preguntó cuál era el motivo de su cántico. Le respondieron que cantaban de alegría por el nacimiento de Nuestra Señora esa noche” (cf. La fête angevine N.D. de France, IV, Paris, 1864, 188).