Nuestra Señora de Atocha

26 de enero:
Durante mucho tiempo parte de Madrid no fue más que un campo de matreeds (tules) particularmente en el barrio de Atocha. Aquí hay un Santuario de Nuestra Señora de Atocha, contracción española de “Theotokos”, que significa “Madre de Dios”, o simplificación de “Antiocha”, que en el siglo XII bajo este título ya era antiguo y amado. Hoy la estatua se encuentra en un centro de negocios, una pequeña Virgen morena con una sonrisa enigmática en su rostro. Nadie sabe de dónde vino, pero todos, desde los oficiales con galones dorados hasta los pilluelos andrajosos de la calle, le rinden el respeto más cortés y le dan el amor más incondicional.

Nuestra Señora de Atocha estuvo en Madrid cuando sólo había un cañaveral y una ermita. Vinieron el moro y el musulmán, la respetaron y la dejaron sola. Cuando Toledo fue saqueada en 1170, permaneció allí tranquila y accesible, velando por sus hijos. En 1525, Carlos V le trajo a su novia y le pidió su bendición para su matrimonio; Don Juan de Austria, partiendo para la batalla de Lepanto, se arrodilló a sus pies y le entregó su espada; después de su victoria, envió en acción de gracias, su espada a ella junto con los estandartes moros capturados.

A pesar de todos estos atavíos de los ricos y ricos, sigue siendo Nuestra Señora de todos los pueblos, amada por reyes y campesinos, como San Isidoro. Nuestra Señora de Atocha es el santuario real de Madrid: no hay español de importancia pública desde hace mil años que no se arrodille para pedirle ayuda. Sus vestidos están hechos con los vestidos de novia de las reinas; sin embargo, ningún santuario demuestra mejor lo poco que importa nuestra posición en el mundo o lo que hacemos para ganarnos la vida. Uno de sus suplicantes le pide la victoria para sus ejércitos, otro la lluvia para sus campos sedientos; Nuestra Señora de Atocha responde a todos, con imparcialidad y amor.

En el año 1554 los Misioneros Españoles trajeron a la Virgen de Atocha a México con ellos. La llevaron a un santuario llamado El Santuario De Plateros, que es una iglesia a unos 30 minutos del pequeño pueblo de Fresnillo.

Se dice que la primitiva ermita de Atocha estuvo en la vega madrileña, cerca del río Manzanares, en el lugar denominado Santiago el Verde; siendo trasladada más tarde al lugar que ocupa actualmente por el caballero Gracián Ramírez.

Consta la situación señalada de la ermita por una carta que se conserva, al parecer, en la Catedral de Toledo y en la cual San Ildefonso, gran devoto de Atocha indicaba a un canónigo de Zaragoza que cuando pasase por Madrid «se acordara de que en su Vega, había una devota imagen de Nuestra Señora, con un Niño en el brazo izquierdo y una manzana en la mano derecha, llamada la Virgen de Atocha» y de la cual el santo dice recibió muchos consuelos. Todo esto nos manifiesta cómo ya en el siglo VII era famosa la devoción a la Virgen de Atocha. La ermita

Poco más sabemos con certeza de la Virgen de Atocha en aquellos tiempos hasta llegar al siglo XI en el cual las crónicas hablan ya de la iglesia de Atocha. Se reducía el templo de la patrona de Madrid en aquel tiempo, a una capillita de 15 pies de larga y 12 de ancha porque, como dice el padre Cepeda, «no permitían más grandiosidades los moros que vivían en su cercanía». Durante la permanencia de los árabes en Madrid, fue estipulado en las condiciones de la capitulación, que servían respetados el culto a la Virgen de Atocha y a la parroquia de Santa Cruz.

El santuario
Cuando mediado el siglo XI entró Alfonso VI en Madrid, la importancia de Atocha comenzó a aumentar y sus fincas y riquezas crecieron tanto que pudo sustentar con ellas a varios capellanes que atendían al servicio y culto de la Virgen.

El convento
Más adelante, en el siglo XVI, la ermita se convirtió en una gran iglesia y las casitas de los Canónigos Regulares en un convento de religiosos de Santo Domingo; por obra del P. Fr. Juan Hurtado de Mendoza, O.P., confesor del Emperador, al cual pidió y también al Papa Adriano VI - la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, para los dominicos. Ambos consintieron gozosos y, cumplidos los trámites reglamentarios, el día 2 de junio de 1523, se hizo la entrega solemne de las llaves de la iglesia a los citados religiosos. Y así, bajo el amoroso cuidado de los frailes dominicos ha permanecido desde entonces (salvo en un pequeño período del siglo pasado) la Virgen de Atocha.

Todos los reyes de la Casa de Austria se esforzaron en mejorar y ampliar las instalaciones de la iglesia y convento. Durante el reinado de la Casa de Borbón continuaron las ofrendas, y donativos para enriquecer las instalaciones hasta llegar a la que podríamos llamar -la noche triste del santuario- ya que en la noche del 5 de diciembre de 1808, las tropas francesas se apoderaron del convento, lo convirtieron en cuartel, expulsaron a los religiosos y cometieron profanaciones y robos con destrucción de la biblioteca, etc. De nuevo los religiosos, que habían estado refugiados en el convento de Santo Tomás de la calle de Atocha, volvieron al santuario donde estuvieron hasta la exclaustración en 1834, fecha en que la iglesia de Atocha quedó convertida en un páramo de desolación y ruinas y el convento se convirtió en cuartel de inválidos. La reina Isabel II se preocupó de restablecer el culto de Atocha nombrando una especie de cabildo compuesto por un rector y tres sacerdotes, hasta que el peligro de hundimiento movió a la reina Mª Cristina a ordenar que se procediese a su derribo. La Virgen, que recibía culto en una pequeña capilla provisional, fue trasladada a la iglesia parroquial del Buen Suceso que, como Atocha pertenecía al Patrimonio Real.

Restauración
El año 1924 los dominicos, que no podían olvidar a la Virgen de Atocha que con tanta devoción y cariño habían custodiado durante cuatro siglos, solicitaron al rey Alfonso XII concediese facilidades para restaurar el convento e iglesia de la Virgen de Atocha. Se realizaron las obras con la mayor rapidez y el primer sábado de noviembre de 1926 se hizo el solemne traslado de la Virgen, desde la parroquia del Buen Suceso hasta su nueva iglesia, donde fue recibida por su majestad el Rey y su madre la reina María Cristina, reanudándose una nueva era en el culto a la Virgen de Atocha. Quedó interrumpido de nuevo el culto en los azarosos años de nuestra guerra civil, al ser asaltados e incendiados el convento y la iglesia -el 20 de julio de 1936- y los religiosos que no pudieron escapar aquel día trágico fueron martirizados. Se perdió todo cuanto de valor se guardaba en el recinto pero Dios quiso que se pudiera salvar únicamente el mayor tesoro de la casa, la imagen de la Virgen de Atocha que había sido retirada días antes de su trono y había sido entregada para su custodia a una familia amiga de la Comunidad. En 1939, aprovechamos las sólidas paredes maestras que habían quedado en pie después del incendio, entre ruinas, se habilitó el salón del sótano para capilla y en aquella especie de catacumba la Virgen, volvió a ocupar su sencillo y humilde trono.

La basílica
El santuario de Atocha fue elevado a la dignidad de Basílica el 12 de noviembre de 1863 a petición de la reina Isabel II, gracia que le fue otorgada por S.S. Pío IX. La actual edificación inaugurada en 1951 (en la Navidad) forma un rectángulo de 52 metros de frente por 34 de fondo, con una altura en la nave central de 13,25 metros en la que destacan las vidrieras de un estilo de interpretación moderna del románico y que representan los misterios del Rosario en diseño del fallecido pintor Carlos Pascual de Lara. Posteriormente fueron terminados el altar mayor y el camarín de la Virgen que hoy podemos afirmar es una de las patronas de Madrid que tiene un hermoso templo moderno y los religiosos cuentan con los medios precisos para el ejercicio de su apostolado.

La parroquia
La Real Basílica de Atocha estuvo por espacio de 10 años, desde 1878 al 1888, como sede de la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. Como dato de interés podernos consignar que, en 1883 fue bautizado en ella el gran filósofo madrileño D. José Ortega y Gasset. Esta Basílica fue erigida Parroquia de Nuestra Señora de Atocha canónicamente, en el año 1965, por Monseñor D. Casimiro Morcillo.

La imagen
Digamos unas palabras sobre la imagen de Nuestra Señora de Atocha. Hasta hace escasamente 15 años, desde los tiempos en que triunfó la costumbre impuesta antiguamente de vestir a las imágenes, la de Atocha, vestida y cubierta toda la talla con rico ropaje, a excepción de caras y manos, aparentaba ser una imagen altísima, del tamaño casi de una persona; en la actualidad, despojada de las vestiduras que la desfiguraban, la imagen aparece tal como es, sentada en un trono símbolo de realeza y cátedra de sabiduría, y su altura no llega a los 60 centímetros desde lo alto de la corona hasta el plano donde asienta los pies.

Tal como ahora la veneramos fue como debió estar en los primeros siglos en que recibió culto en Madrid, hasta que la piedad de las gentes movidas por los milagros o en acción de gracias por los beneficios obtenidos por su mediación, hizo que empezaran a regalar a las imágenes de la Virgen joyas, adornos, vestidos y mantos. De estos últimos tuvo una gran colección muy valiosa la Virgen de Atocha; regalos todos ellos de las reinas de España que tornaron por costumbre piadosa donar a la Virgen sus galas de novia. Hoy todavía se conserva entre otros, el manto de terciopelo rojo y armiño, cuajado de castillos y leones bordados en oro, regalo de Isabel II, que luce la imagen en las grandes solemnidades. La imagen de Atocha es de madera, muy dura e incorruptible. La figura está sentada (como hemos dicho) como queriendo afirmar con esta postura su magisterio sobre la Iglesia a la muerte de su divino Hijo. Al lado izquierdo y formando parte de la misma talla, tiene un Niño pequeño al que ofrece una manzana con la mano derecha. El niño no parece mirar la manzana y tiene levantada su diestra en actitud de bendecir al pueblo, extendidos sus dedos índice y anular y doblados los restantes sobre la palma de la mano; disposición que, siendo uso general en los primeros siglos de la Iglesia Universal, se guarda con esmero hoy en la de Oriente y se observa en estatuas, mosaicos y pinturas murales de los artistas bizantinos, hasta que llega por fin a propagarse en las regiones del mediodía de Europa, penetrando más tarde en nuestra península.

El rostro de la Virgen, debido a su antigüedad, es moreno oscuro, casi negro. Los ojos son grandes y rasgados, majestuosos, alegres y risueños, pero llenos de compostura y suma honestidad. Alargado el rostro, más de lo que pedía la proporción aceptada por la escultura griega y coronadas las sienes por la característica y maltratada corona, el conjunto nos revela sin gran esfuerzo que la estatua de la Virgen de Atocha es fruto de un arte en decadencia.

El Santo Niño de Atocha

La imagen del Santo Niño está situada en la nave lateral izquierda. La devoción al Santo Niño de Atocha es muy fuerte en toda América Latina. Se relaciona su origen con Nuestra Señora de Atocha, en Madrid. Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII, en sus famosas "Cántigas" ya hace mención del Santo Niño.

El Niño aparece vestido de peregrino con la "concha de Santiago" y sostiene una cesta con alimentos.

(fuente: www.parroquiadeatocha.es)