Nuestra Señora de Canaá

06 de enero:
"Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea". (Juan 2, 11)

“Este milagro tuvo lugar el mismo día en que hacía un año había ocurrido el Bautismo de Jesús por San Juan. Este día era también el aniversario de la adoración de los Reyes, y, por tanto, la santa Iglesia Romana celebra los tres misterios en un mismo día, seis de enero.

La Venerable María de Agrada escribió: “El Maestro de la vida (Jesús) entró en la casa de las bodas saludando a los presentes con las palabras: “La paz del Señor y su luz esté con vosotros”, cumpliéndolas literalmente con su llegada. Entonces comenzó a exhortar e instruir al novio sobre la perfección y santidad de su estado de vida. Mientras tanto, la Reina del cielo instruía a la novia de la misma manera, amonestándola con palabras dulcísimas pero poderosas sobre sus obligaciones. de la pareja después del matrimonio cumplieron perfectamente los deberes de su estado, al cual fueron introducidos y para los cuales fueron fortalecidos por los Soberanos del cielo y la tierra".

El Padre Leonard Goffine explica:
Para honrar a esta pareja humilde y temerosa de Dios que, con corazones fieles, lo habían invitado a él ya su madre a su boda; para darnos un ejemplo de humildad; para ayudarlos en su pobreza y salvar su buen nombre cambiando el agua en vino; revelar Su dignidad como el Mesías a Sus discípulos por este milagro; y santificar con su presencia los matrimonios que se contraen en el espíritu de la Iglesia.
¡Pobre de mí! Cuán pocos matrimonios de nuestro tiempo Jesús podría honrar con su presencia, porque no es invitado ni por la oración ferviente, ni por la vida casta de los esposos: es excluido más bien, por la frecuente inmoralidad de los esposos de sus invitados. María se interesó por esta pareja porque es misericordiosa, y Madre de la Misericordia, y asiste de buen grado a todos los pobres y afligidos que temen a Dios.
De este incidente juzga san Buenaventura de las muchas gracias que podemos esperar de María, ahora que reina en el cielo; “Porque,” dice él, “si María fue tan compasiva cuando aún estaba en la tierra, ¡cuánto más lo es ahora, reinando en el cielo!” Él da la razón al agregar: “María ahora que ve el rostro de Dios, conoce nuestras necesidades mucho mejor que cuando estaba en la tierra, y en proporción al aumento de su compasión, ha aumentado su poder para ayudarnos”. ¡Ay! ¿Por qué no nos refugiamos en todas nuestras necesidades en esta madre misericordiosa que, aunque no se la pidan, asiste a los necesitados?
1. En el episodio de las bodas de Caná, san Juan presenta la primera intervención de María en la vida pública de Jesús y pone de relieve su cooperación en la misión de su Hijo.

Ya desde el inicio del relato, el evangelista anota que "estaba allí la madre de Jesús" (Jn 2, 1) y, como para sugerir que esa presencia estaba en el origen de la invitación dirigida por los esposos al mismo Jesús y a sus discípulos (cf. Redemptoris Mater, 21), añade: "Fue invitado a la boda también Jesús con sus discípulos" (Jn 2, 2). Con esas palabras, san Juan parece indicar que en Caná, como en el acontecimiento fundamental de la Encarnación, María es quien introduce al Salvador.

El significado y el papel que asume la presencia de la Virgen se manifiesta cuando llega a faltar el vino. Ella, como experta y solícita ama de casa, inmediatamente se da cuenta e interviene para que no decaiga la alegría de todos y, en primer lugar, para ayudar a los esposos en su dificultad.

Dirigiéndose a Jesús con las palabras: "No tienen vino" (Jn 2, 3), María le expresa su preocupación por esa situación, esperando una intervención que la resuelva. Más precisamente, según algunos exégetas, la Madre espera un signo extraordinario, dado que Jesús no disponía de vino.

2. La opción de María, que habría podido tal vez conseguir en otra parte el vino necesario, manifiesta la valentía de su fe porque, hasta ese momento, Jesús no había realizado ningún milagro, ni en Nazaret ni en la vida pública.

En Caná, la Virgen muestra una vez más su total disponibilidad a Dios. Ella que, en la Anunciación, creyendo en Jesús antes de verlo, había contribuido al prodigio de la concepción virginal, aquí, confiando en el poder de Jesús aún sin revelar, provoca su "primer signo", la prodigiosa transformación del agua en vino.

De ese modo, María procede en la fe a los discípulos que, cómo refiere San Juan, creerán después del milagro: Jesús " manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos" (Jn 2, 11). Más aún, al obtener el signo prodigioso, María brinda un apoyo a su fe.

3. La respuesta de Jesús a las palabras de María: "Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2, 4), expresa un rechazo aparente, como para probar la fe de su madre.

Según una interpretación, Jesús, desde el inicio de su misión, parece poner en tela de juicio su relación natural de hijo, ante la intervención de su madre. En efecto, en la lengua hablada del ambiente, esa frase da a entender una distancia entre las personas, excluyendo la comunión de vida. Esta lejanía no elimina el respeto y la estima; el término "mujer", con el que Jesús se dirige a su madre, se usa en una acepción que reaparecerá en los diálogos con la cananea (cf. Mt 15, 28), la samaritana (cf. Jn 4, 21), la adúltera (cf. Jn 8, 10) y María Magdalena (cf. Jn 20, 13), en contextos que manifiestan una relación positiva de Jesús con sus interlocutoras.

Con la expresión: "Mujer, ¿qué nos va a mi y a ti?", Jesús desea poner la cooperación de María en el plano de la salvación que, comprometiendo su fe y su esperanza, exige la superación de su papel natural de madre.

4. Mucho más fuerte es la motivación formulada por Jesús: "Todavía no ha llegado mi hora" (Jn. 2, 4).

Algunos estudiosos del texto sagrado, siguiendo la interpretación de San Agustín, identifican esa "hora" con el acontecimiento de la Pasión. Para otros, en cambio, se refiere al primer milagro en que se revelaría el poder mesiánico del profeta de Nazaret. Hay otros, por último, que consideran que la frase es interrogativa y prolonga la pregunta anterior: "¿Qué nos va a mí y a ti? ¿no ha llegado ya mi hora?" (Jn 2, 4). Jesús da a entender a María que él ya no depende de ella, sino que debe tomar la iniciativa para realizar la obra del Padre. María, entonces, dócilmente deja de insistir ante él y, en cambio, se dirige a los sirvientes para invitarlos a cumplir sus órdenes.

En cualquier caso, su confianza en el Hijo es premiada. Jesús, al que ella ha dejado totalmente la iniciativa, hace el milagro, reconociendo la valentía y la docilidad de su madre: "Jesús les dice: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta el borde" (Jn 2, 7). Así, también la obediencia de los sirvientes contribuye a proporcionar vino en abundancia.

La exhortación de María: "Haced lo que él os diga", conserva un valor siempre actual para los cristianos de todos los tiempos, y está destinada a renovar su efecto maravilloso en la vida de cada uno. Invita a una confianza sin vacilaciones, sobre todo cuando no se entienden el sentido y la utilidad de lo que Cristo pide.

De la misma manera que en el relato de la cananea (cf. Mt 15, 24-26) el rechazo aparente de Jesús exalta la fe de la mujer, también las palabras del Hijo "Todavía no ha llegado mi hora", junto con la realización del primer milagro, manifiestan la grandeza de la fe de la Madre y la fuerza de su oración.

El episodio de las bodas de Caná nos estimula a ser valientes en la fe y a experimentar en nuestra vida la verdad de las palabras del Evangelio: "Pedid y se os dará" (Mt 7, 7; Lc 11, 9).

(fuente: www.corazones.org)