Nuestra Señora de Vladimir

21 de mayo:
Rusia (1115)

Uno de los más famosos y más hermoso de todos los iconos de la Madre de Dios es la de Nuestra Señora de Vladimir, también conocida como la Virgen de Vladimir. Se la representa mejilla con mejilla con el Divino Niño, cuyos brazos la acarician, pero la imagen es fuerte y noble en la mano de obra, completamente libre de "dulzura" y el sentimentalismo.

Es el gran ejemplo del tipo de icono que los rusos llaman la ternura; los griegos expresan la misma. Probablemente fue pintado en Constantinopla en el siglo XII, pero primero se enteró de en Kiev, de donde fue tomada en 1155 a la ciudad de Vladimir. Según la tradición, los caballos que tiran de la carreta teniendo el icono de Kiev Vladimir detuvieron y se negó a moverse de ese lugar. La Catedral de la Asunción se construyó en honor de la Santísima Virgen, y para albergar a su imagen.

Se hizo famoso por maravillas y fue reverenciado como una imagen más sagrado de Rusia, por lo que era en 1395 consagrado en la catedral de la Asunción en el Kremlin en Moscú durante el momento de la invasión de Tamerlán. Varias veces los tártaros fueron rechazados en virtud de su inspiración y que se llevó a lugares críticos en el tiempo de angustia. Fue llevado al frente de batalla durante la Primera Guerra Mundial, y hay algunos que dicen que el comunista Joseph Stalin tenía el icono recogió en un avión y voló alrededor de Moscú durante la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial. Unos días más tarde, el ejército alemán se retiró.

Todos los zares fueron coronados y patriarcas instalados en la presencia de esta imagen, hasta la revolución. Ha sido reproducido muchas veces en copias y en ilustraciones de libros. El icono se muestra ahora en la Galería Tretiakov de Moscú, y el calendario ruso conmemora la festividad de Nuestra Señora de Vladimir el 21 de mayo.

* De la mujer en la órbita y otras fuentes


La Virgen de Vladímir es un icono de principios del siglo XII, el más antiguo de origen bizantino,1 y uno de los más célebres y venerados de Rusia.2 Desde 1930 se conserva en la galería Tretiakov de Moscú.3

El icono fue trasladado de Constantinopla (Bizancio) a Kiev.4 En 1155 el príncipe Andréi Bogoliubski se lo llevó a Vladímir, capital del noroeste de Rusia (a lo que se debe su nombre), donde se conservó durante mucho tiempo. Después de la victoria de los rusos sobre los tártaros (que se le adjudicó a la ayuda de la Virgen) y con el enaltecimiento de Moscovia, el icono fue colocado en la Catedral de la Asunción del Kremlin de Moscú.

Las capas más antiguas de pintura se conservaron principalmente en los rostros de la Virgen y del Niño. Casi todo lo demás es pintura posterior de los siglos XIII al XVI.

El icono está pintado en tablas con pintura mineral y vegetal muy consistente, disuelta en yema de huevo (temple). Las figuras de María y del Niño Jesús se hallan unidas por la suave línea del contorno. El rostro de la madre, cariñoso y severo al mismo tiempo, está pincelado con finura y delicadeza sorprendentes, los cambios de color son casi imperceptibles. Resaltan sus ojos grandes, llenos de profunda pena e inmensa angustia por el destino de su hijo.

La imagen de "La Virgen de Vladímir" fue muy popular en la Rusia Antigua. Los maestros rusos crearon numerosas obras tomando como modelo este icono donde el Niño se aprieta a la mejilla de su madre en muda caricia (en la iconografía rusa este modo de presentar a la Virgen lleva el nombre de "La Ternura", Eleusa). Se la considera «la Virgen de la compasión».3

La Virgen de Vladímir fue muy venerada en Rusia donde se le dio el sobrenombre de “Madre de Rusia” y ante ella, como protectora del país, era coronado el zar y consagrados los patriarcas.

Desde 1930 se conserva en la galería Tretiakov de Moscú.

Por Luis Silvestre Casas
Capuchino

Para entender el sentido de los iconos es necesario comprender la complementariedad entre la Palabra de Dios y la imagen sagrada: lo que la palabra lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos, haciendo accesible el misterio de una forma humana.

Cristo es a la vez Palabra del Padre e Imagen del Padre. El Evangelio es palabra, pero refiere unos episodios que pueden ser representados, porque el cristiano tiene oídos para escuchar la palabra de Dios, pero también ojos para contemplar el misterio e interiorizarlo.

Ante nuestros ojos la imagen es como una ventana que se nos abre, para entrar en comunión con Cristo, con la Madre de Dios y con los santos. La imagen es recuerdo y lugar de encuentro de miradas y presencias que nos invita a la contemplación y también a la imitación, a realizar en nuestra vida lo que vemos, a revivirlo interiormente.

En la oración ante una imagen de Cristo o de la Virgen no sólo miramos, sino que nos sentimos mirados por Alguien que nos ama. La contemplación es en este caso una forma de contemplar lo Invisible, para que contemplando las cosas visiblemente, seamos llevados al amor de lo invisible.

EL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DE VLADIMIR
Esta representación de la Madre de Dios es uno de los iconos más populares, difundidos y reproducidos en todo el mundo. Procede de Constantinopla, y está vinculado a la historia de Rusia. Ante el era coronado el Zar y consagrados los Patriarcas, y desde el siglo XIV se venera esta imagen de la Virgen como “Madre de Rusia”.

Dentro de la iconografía mariana existen muchos y distintos modos de representar a la Madre de Dios. El icono de Vladimir pertenece al tipo Eleousa, es decir, de la ternura, y al de la Hodigitria, la que muestra el camino. La Virgen lleva al Niño sobre el brazo izquierdo y lo señala con la mano derecha a la vez que lo estrecha en su seno, resaltando el aspecto materno de la Virgen y mostrando al Hijo, camino que ha de seguirse.

Los ojos de la Virgen son melancólicos y parecen que expresan la tristeza del mundo y el sufrimiento terreno de María; su mano derecha muestra el camino hacia el Padre a la vez que intercede ante Cristo; las tres estrellas del manto son signo de la santificación de la Trinidad, como Madre de Dios, y de su triple virginidad; los labios son finos y pálidos, que callan ante el Misterio de Dios; el manto representa el modo de vestir propio de las mujeres desposadas en tiempos de Jesús. El rostro del Niño es serio, pero no muestra severidad sino seguridad. De esta manera se encuentran la turbación y la confusión de lo creado, representado en la Virgen, y la seguridad y dulzura del Creador, representado en el Niño.

Este icono rebosa, pues, de amor del Señor hacia nosotros y tiene un profundo sentido cristológico, porque María es el camino que conduce a Cristo.