Los videntes de Fátima

INDICE Sor María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado Francisco Marto Jacinta Marto BEATOS FRANCISCO Y JACINTA La Espiritualidad y Beatificación de Francisco y Jacinta La Espiritualidad de Francisco La Espiritualidad de Jacinta LOS NIÑOS VIDENTES DE FÁTIMA EL MILAGRO QUE POSIBILITÓ LA BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA. Novena a los Beatos Jacinta y Francisco

Francisco Marto Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Junio de 1908. Fue bautizado el 20 de Junio de 1908. Cayó victima de la neumonía en Diciembre de 1918 y falleció en Aljustrel a las 22 horas del día 4 de Abril de 1919. Sus restos mortales quedaron sepultados en el cementerio parroquial de Fátima hasta el día 13 de marzo de 1952, fecha en que fueron trasladados para la Basílica de Cova da Iria (lado derecho según se entra). Su gran preocupación era la de “consolar a Nuestro Señor”. El Espíritu de amor y reparación para con Dios ofendido, fueron notables en su vida tan corta. Pasaba horas “pensando en Dios”. Según su historia, el pequeño Francisco pasaba largas horas "pensando en Dios", por lo que siempre fue considerado como un contemplativo. Su precoz vocación de eremita fue reconocida en el decreto de heroicidad de virtudes, según el que después de las apariciones "se escondía detrás de los árboles para rezar solo; otras veces subía a los lugares más elevados y solitarios y ahí se entregaba a la oración tan intensamente que no oía las voces de los que lo llamaban". Arriba 

Jacinta Marto Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Marzo de 1910. Fue bautizada el 19 de Marzo de 1910. Víctima de la neumonía cayó enferma en Diciembre de 1918. Estuvo internada en el Hospital de Villa Nueva de Ourém y por fin en Lisboa, en el hospital de D. Estefanía donde murió a las 22.30 horas del día 20 de Febrero de 1920. Del 21 de Enero al 2 de Febrero de 1920, estuvo en el Orfanato de Nuestra Señora de los Milagros, en la Calle de Estrella, en Lisboa, casa fundada por la D. María Godinho, a quien Jacinta llamaba "Madrina". Fue celebrada la Misa de cuerpo presente en la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en Lisboa, donde su cuerpo estuvo depositado hasta el día 24, día en que fue transportada a una urna para el cementerio de Villa Nueva de Ourém. Fue trasladada para el cementerio de Fátima el 12 de Septiembre de 1935, fecha en que la urna fue abierta. El 1 de Mayo de 1951 fue finalmente trasladada a la Basílica del Santuario. Más allá de las 5 Apariciones de la Cova de Iría y 1 de los Ángeles, Nuestra Señora se le apareció a Jacinta 4 veces más en casa durante la enfermedad, 1 en la Iglesia Parroquial en un jueves de la Ascensión, y aún en Lisboa en el Orfanato y en el hospital. Su vida fue caracterizada por el Espíritu de sacrificio, el amor al Corazón de María, al Santo Padre y a los pecadores. Llevada por la preocupación de la salvación de los pecadores y del desagravio al Corazón Inmaculado de María, de todo ofrecía un sacrificio a Dios, como les recomendará el Ángel, diciendo siempre la oración que Nuestra Señora les enseñará: “Oh Jesús, es por nuestro amor, por la conversión de los pecadores (y acrecentada, por el Santo Padre) y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María".

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BEATOS FRANCISCO Y JACINTA

En Aljustrel, pequeño pueblo situado a unos ochocientos metros de Fátima, Portugal, nacieron los pastorcitos que vieron a la Virgen María: Francisco y Jacinta, hijos de Manuel Pedro Marto y de Olimpia de Jesús Marto. También nació allí la mayor de los videntes, Lucía, de la que hablaremos mas tarde.
  • Francisco nació el día 11 de junio, de 1908.
  • Jacinta nació el día 11 de marzo, de 1910.

Desde muy temprana edad, Jacinta y Francisco aprendieron a cuidarse de las malas relaciones, y por tanto preferían la compañía de Lucía, prima de ellos, quien les hablaba de Jesucristo. Los tres pasaban el día juntos, cuidando de las ovejas, rezando y jugando.

Entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, a Jacinta, Francisco y Lucía, les fue concedido el privilegio de ver a la Virgen María en el Cova de Iría. A partir de está experiencia sobrenatural, los tres se vieron cada vez más inflamados por el amor de Dios y de las almas, que llegaron a tener una sola aspiración: rezar y sufrir de acuerdo con la petición de la Virgen María. Si fue extraordinaria la medida de la benevolencia divina para con ellos, extraordinario fue también la manera como ellos quisieron corresponder a la gracia divina.

Los niños no se limitaron únicamente a ser mensajeros del anuncio de la penitencia y de la oración, sino que dedicaron todas sus fuerzas para ser de sus vidas un anuncio, mas con sus obras que con sus palabras. Durante las apariciones, soportaron con espíritu inalterable y con admirable fortaleza las calumnias, las malas interpretaciones, las injurias, las persecuciones y hasta algunos días de prisión. Durante aquel momento tan angustioso en que fue amenazado de muerte por las autoridades de gobierno si no declaraban falsas las apariciones, Francisco se mantuvo firme por no traicionar a la Virgen, infundiendo este valor a su prima y a su hermana. Cuantas veces les amenazaban con la muerte ellos respondían: "Si nos matan no importa; vamos al cielo." Por su parte, cuando a Jacinta se la llevaban supuestamente para matarla, con espíritu de mártir, les indicó a sus compañeros, "No se preocupen, no les diré nada; prefiero morir antes que eso." Arriba

3 pastorcitos LOS NIÑOS VIDENTES DE FÁTIMA

Francisco, Lucía y Jacinta

Beato Francisco (6-11-1908 / 4-4-1919)

Francisco era de carácter dócil y condescendiente. Le gustaba pasar el tiempo ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.

Las palabras del Ángel en su tercera aparición: "Consolad a vuestro Dios", hicieron profunda impresión en el alma del pequeño pastorcito.

El deseaba consolar a Nuestro Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban tan tristes.

En su enfermedad, Francisco confió a su prima: "¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo."

En la víspera de su muerte se confesó y comulgó con los mas santos sentimientos. Después de 5 meses de casi continuo sufrimiento, el 4 de abril de 1919, primer viernes, a las 10:00 a.m., murió santamente el consolador de Jesús.


Beata Jacinta: (3-10-1910/ 2-20-1920)

Jacinta era de clara inteligencia; ligera y alegre. Siempre estaba corriendo, saltando o bailando. Vivía apasionada por el ideal de convertir pecadores, a fin de arrebatarlos del suplicio del infierno, cuya pavorosa visión tanto le impresionó.

Una vez exclamó: ¡Qué pena tengo de los pecadores! !Si yo pudiera mostrarles el infierno!

Murió santamente el 20 de febrero, de 1920. Su cuerpo reposa junto con el del Beato Francisco, en el crucero de la Basílica, en Fátima.


Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor. Mas cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, "Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?" Dicho esto, Francisco se iba tan cerca como era posible del Tabernáculo.

Cuando Lucia y Jacinta regresaban por la tarde, encontraban a Francisco en el mismo lugar, en profunda oración y adoración.

De los tres niños, Francisco era el contemplativo y fue tal vez el que más se distinguió en su amor reparador a Jesús en la Eucaristía. Después de la comunión recibida de manos del Ángel, decía: "Yo sentía que Dios estaba en mi pero no sabia como era." En su vida se resalta la verdadera y apropiada devoción católica a los ángeles, a los santos y a María Santísima. Él quedó asombrado por la belleza y la bondad del ángel y de la Madre de Dios, pero él no se quedó ahí. Ello lo llevó a encontrarse con Jesús. Francisco quería ante todo consolar a Dios, tan ofendido por los pecados de la humanidad. Durante las apariciones, era esto lo que impresionó al joven.

Mas que nada Francisco quería ofrecer su vida para aliviar al Señor quien el había visto tan triste, tan ofendido. Incluso, sus ansias de ir al cielo fueron motivadas únicamente por el deseo de poder mejor consolar a Dios. Con firme propósito de hacer aquello que agradase a Dios, evitaba cualquier especie de pecado y con siete años de edad, comenzó a aproximarse, frecuentemente al Sacramento de la Penitencia.

Una vez Lucia le preguntó, "Francisco, ¿qué prefieres más, consolar al Señor o convertir a los pecadores?" Y el respondió: "Yo prefiero consolar al Señor. ¿No viste que triste estaba Nuestra Señora cuando nos dijo que los hombres no deben ofender mas al Señor, que está ya tan ofendido? A mi me gustaría consolar al Señor y después, convertir a los pecadores para que ellos no ofendan mas al Señor." Y siguió, "Pronto estaré en el cielo. Y cuando llegue, voy a consolar mucho a Nuestro Señor y a Nuestra Señora."

A través de la gracia que había recibido y con la ayuda de la Virgen, Jacinta, tan ferviente en su amor a Dios y su deseo de las almas, fue consumida por una sed insaciable de salvar a las pobres almas en peligro del infierno. La gloria de Dios, la salvación de las almas, la importancia del Papa y de los sacerdotes, la necesidad y el amor por los sacramentos - todo esto era de primer orden en su vida. Ella vivió el mensaje de Fátima para la salvación de las almas alrededor del mundo, demostrando un gran espíritu misionero.

Jacinta tenía una devoción muy profunda que la llevo a esta r muy cerca del Corazón Inmaculado de María. Este amor la dirigía siempre y de una manera profunda al Sagrado Corazón de Jesús. Jacinta asistía a la Santa Misa diariamente y tenía un gran deseo de recibir a Jesús en la Santa Comunión en reparación por los pobres pecadores. Nada le atraía mas que el pasar tiempo en la Presencia Real de Jesús Eucarístico. Decía con frecuencia, "Cuánto amo el estar aquí, es tanto lo que le tengo que decir a Jesús."

Con un celo inmenso, Jacinta se separaba de las cosas del mundo para dar toda su atención a las cosas del cielo. Buscaba el silencio y la soledad para darse a la contemplación. "Cuánto amo a nuestro Señor," decía Jacinta a Lucia, "a veces siento que tengo fuego en el corazón pero que no me quema."

Desde la primera aparición, los niños buscaban como multiplicar sus mortificaciones

No se cansaban de buscar nuevas maneras de ofrecer sacrificios por los pecadores. Un día, poco después de la cuarta aparición, mientras que caminaban, Jacinta encontró una cuerda y propuso el ceñir la cuerda a la cintura como sacrificio. Estando de acuerdo, cortaron la cuerda en tres pedazos y se la ataron a la cintura sobre la carne. Lucia cuenta después que este fue un sacrificio que los hacia sufrir terriblemente, tanto así que Jacinta apenas podía contener las lágrimas. Pero si se le hablaba de quitársela, respondía enseguida que de ninguna manera pues esto servía para la conversión de muchos pecadores. Al principio llevaban la cuerda de día y de noche pero en una aparición, la Virgen les dijo: "Nuestro Señor está muy contento de vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda. Llevarla solamente durante el día." Ellos obedecieron y con mayor fervor perseveraron en esta dura penitencia, pues sabían que agradaban a Dios y a la Virgen. Francisco y Jacinta llevaron la cuerda hasta en la ultima enfermedad, durante la cual aparecía manchada en sangre.

Jacinta sentía además una gran necesidad de ofrecer sacrificios por el Santo Padre. A ella se le había concedido el ver en una visión los sufrimientos tan duros del Sumo Pontífice. Ella cuenta: "Yo lo he visto en una casa muy grande, arrodillado, con el rostro entre las manos, y lloraba. Afuera había mucha gente; algunos tiraban piedras, otros decían imprecaciones y palabrotas." En otra ocasión, mientras que en la cueva del monte rezaban la oración del Ángel, Jacinta se levantó precipitadamente y llamó a su prima: "¡Mira! ¿No ves muchos caminos, senderos y campos llenos de gente que llora de hambre y no tienen nada para comer... Y al Santo Padre, en una iglesia al lado del Corazón de María, rezando?" Desde estos acontecimientos, los niños llevaban en sus corazones al Santo Padre, y rezaban constantemente por el. Incluso, tomaron la costumbre de ofrecer tres Ave Marías por él después de cada rosario que rezaban.

La Virgen María no dejaba de escuchar los ferviente súplicas de estos niños, respondiéndoles a menudo de manera visiblemente. Tanto Francisco como Jacinta fueron testigos de hechos extraordinarios:

En un pueblo vecino, a una familia le había caído la desgracia del arresto de un hijo por una denuncia que le llevaría a la cárcel si no demostrase su inocencia. Sus padres, afligidísimos, mandaron a Teresa, la hermana mayor de Lucia, para que le suplicara a los niños que les obtuvieran de la Virgen la liberación de su hijo. Lucía, al ir a la escuela, contó a sus primos lo sucedido. Dijo Francisco, "Vosotras vais a la escuela y yo me quedaré aquí con Jesús para pedirle esta gracia." En la tarde Francisco le dice a Lucia, "Puedes decirle a Teresa que haga saber que dentro de pocos días el muchacho estará en casa." En efecto, el 13 del mes siguiente, el joven se encontraba de nuevo en casa.

En otra ocasión, había una familia cuyo hijo había desaparecido como prodigo sin que nadie tuviera noticia de él. Su madre le rogó a Jacinta que lo recomendará a la Virgen. Algunos días después, el joven regresó a casa, pidió perdón a sus padres y les contó su trágica aventura. Después de haber gastado cuanto había robado, había sido arrestado y metido en la cárcel. Logró evadirse y huyó a unos bosques desconocidos, y, poco después, se halló completamente perdido. No sabiendo a qué punto dirigirse, llorando se arrodilló y rezó. Vio entonces a Jacinta que le tomó de una mano y le condujo hasta un camino, donde le dejo, indicándole que lo siguiese. De esta forma, el joven pudo llegar hasta su casa. Cuando después interrogaron a Jacinta si realmente había ido a encontrase con el joven, repuso que no pero que si había rogado mucho a la Virgen por él.

Ciertamente que los prodigiosos acontecimientos de los que estos niños fueron protagonistas hicieron que todo el mundo se volvieran hacia ellos, pero ellos se mantenían sencillos y humildes. Cuanto mas buscados eran por la gente, tanto mas procuraban ocultarse.

Un día que se dirigían tranquilamente hacia la carretera, vieron que se paraba un gran auto delante de ellos con un grupo de señoras y señores, elegantemente vestidos. "Mira, vendrán a visitarnos..." empezó Francisco. "¿Nos vamos?" pregunta Jacinta. "Imposible sin que lo noten," responde Lucía: "Sigamos andando y veréis cómo no nos conocen." Pero los visitantes los paran: "¿Sois de Aljustrel?" "Si, señores" responde Lucia. "¿Conocéis a los tres pastores a los cuales se les ha aparecido la Virgen?" "Si los conocemos" "¿Sabrías decirnos dónde viven?" "Tomen ustedes este camino y allí abajo tuerzan hacia la izquierda" les contesta Lucía, describiéndoles sus casas. Los visitantes marcharon, dándoles las gracias y ellos contentos, corrieron a esconderse.

Ciertamente, Francisco y Jacinta fueron muy dóciles a los preceptos del Señor y a las palabras de la Santísima Virgen María. Progresaron constantemente en el camino de la santidad y, en breve tiempo, alcanzaron una gran y sólida perfección cristiana. Al saber por la Virgen María que sus vidas iban a ser breves, pasaban los días en ardiente expectativa de entrar en el cielo. Y de hecho, su espera no se prolongó.

El 23 de diciembre de 1918, Francisco y Jacinta cayeron gravemente enfermos por la terrible epidemia de bronco-neumonía. Pero a pesar de que se encontraban enfermos, no disminuyeron en nada el fervor en hacer sacrificios.

Hacia el final de febrero de 1919, Francisco desmejoró visiblemente y del lecho en que se vio postrado no volvió a levantarse. Sufrió con íntima alegría su enfermedad y sus grandísimos dolores, en sacrificio a Dios. Como Lucía le preguntaba si sufría. Respondía: "Bastante, pero no me importa. Sufro para consolar a Nuestro Señor y en breve iré al cielo."

El día 2 de abril, su estado era tal que se creyó conveniente llamar al párroco. No había hecho todavía la Primera Comunión y temía no poder recibir al Señor antes de morir. Habiéndose confesado en la tarde, quiso guardar ayuno hasta recibir la comunión. El siguiente día, recibió la comunión con gran lucidez de espíritu y piedad, y apenas hubo salido el sacerdote cuando preguntó a su madre si no podía recibir al Señor nuevamente. Después de esto, pidió perdón a todos por cualquier disgusto que les hubiese ocasionado. A Lucia y Jacinta les añadió: "Yo me voy al Paraíso; pero desde allí pediré mucho a Jesús y a la Virgen para que os lleve también pronto allá arriba." Al día siguiente, el 4 de abril, con una sonrisa angelical, sin agonía, sin un gemido, expiró dulcemente. No tenía aún once años.

Jacinta sufrió mucho por la muerte de su hermano. Poco después de esto, como resultado de la bronconeumonía, se le declaró una pleuresía purulenta, acompañada por otras complicaciones. Un día le declara a Lucia: "La Virgen ha venido a verme y me preguntó si quería seguir convirtiendo pecadores. Respondí que si y Ella añadió que iré pronto a un hospital y que sufriré mucho, pero que lo padezca todo por la conversión de los pecadores, en reparación de las ofensas cometidas contra Su Corazón y por amor de Jesús. Dijo que mamá me acompañará, pero que luego me quedaré sola." Y así fue.

Por orden del médico fue llevada al hospital de Vila Nova donde fue sometida a un tratamiento por dos meses. Al regresar a su casa, volvió como había partido pero con una gran llaga en el pecho que necesitaba ser medicada diariamente. Mas, por falta de higiene, le sobrevino a la llaga una infección progresiva que le resultó a Jacinta un tormento. Era un martirio continuo, que sufría siempre sin quejarse. Intentaba ocultar todos estos sufrimientos a los ojos de su madre para no hacerla padecer mas. Y aun le consolaba diciéndole que estaba muy bien.

Durante su enfermedad confió a su prima: "Sufro mucho; pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para desagraviar al Corazón Inmaculado de María"

En enero de 1920, un doctor especialista le insiste a la mamá de Jacinta a que la llevasen al Hospital de Lisboa, para atenderla. Esta partida fue desgarradora para Jacinta, sobre todo el tener que separarse de Lucía.

Al despedirse de Lucía le hace estas recomendaciones: 'Ya falta poco para irme al cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al I.C. de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del I.C. de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el I.C. de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro en el pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María."

Su mamá pudo acompañarla al hospital, pero después de varios días tuvo ella que regresar a casa y Jacinta se quedó sola. Fue admitida en el hospital y el 10 de febrero tuvo lugar la operación. Le quitaron dos costillas del lado izquierdo, donde quedó una llaga ancha como una mano. Los dolores eran espantosos, sobre todo en el momento de la cura. Pero la paciencia de Jacinta fue la de un mártir. Sus únicas palabras eran para llamar a la Virgen y para ofrecer sus dolores por la conversión de los pecadores.

Tres días antes de morir le dice a la enfermera, "La Santísima Virgen se me ha aparecido asegurándome que pronto vendría a buscarme, y desde aquel momento me ha quitado los dolores. El 20 de febrero de 1920, hacia las seis de la tarde ella declaró que se encontraba mal y pidió los últimos Sacramentos. Esa noche hizo su ultima confesión y rogó que le llevaran pronto el Viático porque moriría muy pronto. El sacerdote no vio la urgencia y prometió llevársela al día siguiente. Pero poco después, murió. Tenía diez años.

Antes de morir, Nuestra Señora se dignó aparecérsele varias veces. He aquí lo que ha dictado a su madrina.

Sobre los pecados:

-Los pecados que llevan mas almas al infierno son los de la carne.

-Si los hombres supiesen lo que es la eternidad harían todo por cambiar de vida. Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte, ni hacen penitencia.

Sobre las guerras:

-Las guerras son consecuencia del pecado del mundo. -Es preciso hacer penitencia para que se detengan las guerras.

Sobre las virtudes cristianas:

-No debemos andar rodeados de lujos -Ser amigos del silencio -No hablar mal de nadie y huir de quien habla mal. -Tener mucha paciencia, porque la paciencia nos lleva al cielo -La mortificación y el sacrificio agradan mucho al Señor.

Tanto Jacinta como Francisco fueron trasladados al Santuario de Fátima. Los milagros que fueron parte de sus vidas, también lo fueron de su muerte. Cuando abrieron el sepulcro de Francisco, encontraron que el rosario que le habían colocado sobre su pecho, estaba enredado entre los dedos de su manos. Y a Jacinta, cuando 15 años después de su muerte, la iban a trasladar hacia el Santuario, encontraron que su cuerpo estaba incorrupto.

El 18 de abril de 1989, el Santo Padre, Juan Pablo II, declaró a Francisco y Jacinta Venerables.

El 13 de Mayo del 2000, el Santo Padre JPII los declaró beatos en su visita a Fátima, siendo los primeros niños no mártires en ser beatificados. El lema de la beatificación:

"Contemplar como Francisco y amar como Jacinta" Lema de la beatificación

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Significado de la Beatificación

De manera muy particular en este momento de la historia de la humanidad, en el inicio del Tercer Milenio, en este gran Año Jubilar, se nos proponen como ejemplo a seguir las vidas de dos niños que fueron escogidos por el cielo, para ser los promulgadores, para el mundo, del mensaje de la Santísima Virgen María. Mensaje que ellos abrazaron con todo su corazón y vivieron hasta las últimas consecuencias. Mensaje de conversión, oración, sacrificio y reparación.

Lema de la beatificación: "Contemplar como Francisco, amar como Jacinta"

"La beatificación de Francisco y de Jacinta Marto confirma y robustece el reconocimiento de la autenticidad de todos los acontecimientos de Fátima, en su conjunto, desde las apariciones del Ángel hasta los tiempos de hoy. Y presenta a los pastorcillos como intercesores de gracias y bendiciones para los que todavía peregrinan o quieren purificar y santificar sus vidas y sus almas" (Mensaje de Serafim de Sousa Ferreira e Silva, Obispo de Leiría, 21 de agosto, de 1999.)

Los pastorcitos no son beatificados por haber visto a la Santísima Virgen, ellos son beatificados por haber vivido de forma heroica las virtudes cristianas, por haber respondido de forma heroica a la misión que le fue dada por el Señor a través de su Madre.

En el Decreto del 13 de mayo de 1989 sobre la heroicidad de las Virtudes de los Siervos de Dios Francisco y Jacinta Marto, se lee lo siguiente:

"Dejad que los niños vengan a Mí y no se los impidáis, pues de ellos es el Reino de los Cielos" (Lc 18:16). De entre los niños que mejor correspondieron al amor y predilección de Jesús, juzgamos incluir a los Siervos de Dios Francisco y Jacinta Marto. Hicieron fructificar copiosamente los dones de la gracia, que les fueron concedidos y, en pocos años, alcanzaron una gran perfección en el seguimiento de Cristo, en el ejercicio de las virtudes cristianas. A pesar de su tierna edad, nos dejaron un excelente testimonio de obediencia a la voluntad de Dios, de amor ardiente al Inmaculado Corazón de María, de diligente cuidado en consolar a Nuestro Señor, tan ofendido por los pecados de los hombres, de orar y sufrir por las necesidades de la Iglesia y por la conversión de los pecadores".

Ninguno de los dos "recibió en vano la gracia de Dios" (2 Cor 6:1), todo lo contrario, movidos por el ardiente amor al Señor que brotó de sus corazones después del encuentro con la Santísima Virgen, como dice Sor Lucía en sus Memorias: "Estábamos ardiendo en aquella luz que es Dios y no nos quemábamos" ¡¡¡Cómo es Dios!!!", se lanzaron a buscar, por todos los medios que estaban a su alcance, el como responder activamente al llamado y petición de la Santísima Virgen para consolar y reparar a Dios que estaba profundamente ofendido por los pecados de los hombres, y como salvar las almas de los pobres pecadores que irremediablemente caían en el infierno porque no había nadie que orara y se sacrificara por ellos.

Muchos pudieran cuestionarse si niños de tan corta edad, pudiesen ser propuestos como ejemplos de santidad, y la Iglesia también se hizo esta pregunta. En el caso de ser mártires no hay obstáculo alguno, ya que, por la entrega de sus vidas por amor a Cristo, como por ejemplo Santa María Goretti, la Iglesia ve ya, en este signo de entrega, la gracia de Dios actuando perfectamente en esa alma; sin embargo, resulta más difícil el juzgar la santidad de un "confesor de la fe", ya que su santidad depende de la vivencia de la virtud heroica y hasta que punto un niño en su corta edad y madurez pudiese llegar a vivir tal grado de heroicidad en la virtud. El niño más joven, confesor de la fe, que ha sido canonizado hasta ahora es Santo Domingo Sabio, con 14 años, 11 meses y 7 días. ¿Se podrá llegar más bajo de esta edad?

Francisco y Jacinta son la respuesta a esta pregunta. Los niños sí son capaces de vivir el reto del Evangelio y de convertirse para nosotros los adultos y para todos los niños del mundo en ejemplo a seguir e imitar.

Juan Pablo II, el 13 de mayo, de 1989, afirmó que Francisco y Jacinta vivieron de un modo heroico las virtudes teologales y cardenales con las siguientes palabras:

"Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt 18:3) Con estas palabras "Jesús exalta el papel activo que los niños tienen en el Reino de Dios; son el símbolo elocuente y la espléndida imagen de aquellas condiciones morales y espirituales que son esenciales para entrar en el Reino de Dios y para vivir su lógica de total entrega al Señor. Debe reconocerse además, que también en la edad de la infancia y de la niñez se abren preciosas posibilidades operativas sea para la edificación de la Iglesia como para la humanización de la sociedad" (Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Christis fidelis laici,n.47, del 30-12-1988). Los niños, en efecto, porque participes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, están llamados a tomar parte activa en la vida y en la misión de la Iglesia y según su capacidad, pueden ser verdaderos testigos del Señor Jesús (cf. Conc. Ecum. Vat.II, Decreto sobre el apostolado de los seglares Apostolicam Actuositatem,12).

Tal misión, que brota del Sacramento del Bautismo, ha sido realizada también de modo admirable por los Pastorcitos Francisco y Jacinta, los cuales, correspondiendo sin reservas a la gracia divina, alcanzaron rápidamente una gran perfección en la imitación de Cristo y voluntariamente consumieron su breve existencia por la gloria de Dios y cooperando en la salvación de las almas mediante la fervorosa oración y la asidua penitencia. Nos parecen pues, bien apropiadas las palabras de la Sabiduría: "Llegados a la perfección en poco tiempo, llenaron su larga vida"(cf. Sab 4:13).

¿Dónde se inició esta vida de santidad?

La vida de santidad que Francisco y Jacinta vivieron desde el momento de las apariciones de nuestra Señora hasta el final de sus vidas, tuvo como base la vida familiar. Ellos eran niños comunes y corrientes, con virtudes naturales y también con imperfecciones, como todos nosotros, sin embargo la educación que le brindaron sus padres fue el fundamento y base para que la obra que el Señor quería realizar en ellos llegase a dar los frutos que dio en sus vidas.

Muchos santos que ya han sido canonizados, nacieron y crecieron en el seno de una familia santa, por ejemplo Santa Teresita del Niño Jesús. Quizás los padres de Francisco y Jacinta nunca lleguen a ser canonizados pero, la obra que hicieron en la educación de sus hijos nos hace ver la clase de almas que tenían.

No cabe la menor duda que en el hogar de Francisco y Jacinta se respiraba un ambiente enteramente cristiano fundamentado en una sólida honestidad natural. Recordemos que era una familia que vivía en una aldea; familia de pastores, de gente sencilla y muy creyente que tenían muy dentro de sus corazones al Señor y que su deseo era inculcar a sus hijos la misma fe y valores que ellos por su parte practicaban.

Los corazones de Francisco y Jacinta fueron formados por sus padres con un amor a:

La Verdad: en la educación de esta familia era una norma formal el no mentir. Por ser fieles a esto, los niños tuvieron que sufrir mucho cuando les decían que la historia de las apariciones era inventada por ellos. Precisamente para no mentir ellos se mantuvieron fieles a sus afirmaciones acerca de lo que habían visto y oído.

La Pureza: en las conversaciones, en los juegos, en las diversiones, todo en aquella familia, era honesto, delicado y puro.

La Piedad: era característico de todos los miembros de la familia la oración, la Misa dominical, la recepción de los sacramentos. Todo hecho con gran reverencia y amor a Dios.

Fueron los padres de Francisco y Jacinta los que prepararon el terreno de sus corazones y por esta razón, cuando llegaron las gracias extraordinarias de parte del Señor, ya el terreno estaba listo para ser sembrado y para dar los frutos abundantes de generosidad y entrega que dieron cada uno de estos niños.

13 de mayo, de 1917:

Jacinta ya tenía 7 años y Francisco tenía casi 9 años. En este día, las vidas de estos dos niños fueron marcadas para siempre.

En este día los niños contemplan a la Santísima Virgen por primera vez y después que Ella les dice que viene del Cielo, les promete a ellos, ante la pregunta de Lucía, que también irán al Cielo y les comunica la petición que cambiará sus vidas para siempre:

-"¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados con que El es ofendido y de suplica por la conversión de los pecadores?

Su respuesta fue: "Sí, queremos".

En estas pocas palabras, con este breve diálogo, los niños dieron la respuesta que cambiaría el resto de sus vidas.

Es precisamente en esta petición de la Reina del Cielo que se encuentran los elementos fundamentales que marcaron y formaron la espiritualidad de los niños. Los demás encuentros con la Virgen lo que hacen es desarrollar y caracterizar estos elementos, pero lo esencial ya fue dicho en este primer diálogo con los niños.

¿Cuáles son estos elementos?

El Cielo: el cielo de donde viene la Señora y el cielo que Ella les promete. Dios nos ha creado para el cielo y la Santísima Virgen nos lo recuerda en esta primera aparición a los pastorcitos. La Madre de Dios quería que tanto los niños como nosotros tuviésemos muy presente que este es nuestro destino, para esto fuimos creados y es por lo que debemos luchar. Al mismo tiempo la Virgen también presenta la realidad del purgatorio, cuando les dice que una joven por la que preguntaron se encontraba en el.

El peligro de la perdición: el peligro del infierno que Ella les mostraría en una visión, y que como resultado de esta, sus vidas serían marcadas por ese deseo de orar por la conversión de los pecadores, de manera especial la pequeña Jacinta. La Santísima Virgen les mostró el infierno a los niños, y por medio de esta visión nos recuerda también a nosotros la realidad de su existencia y la realidad de que hay muchas almas que van al infierno a causa de sus pecados y de que no hay quien se sacrifique y ore por ellos para alcanzar su conversión. Los niños si entendieron este mensaje y vivieron el resto de sus cortas vidas procurando la conversión de los pobres pecadores.

La necesidad de Reparación: La Santísima Virgen les dejó saber que Ella venía a causa del pecado de los hombres, porque el Señor estaba muy ofendido y entonces surge el elemento decisivo del mensaje dirigido a los niños, la Virgen con gran delicadeza les hace esta pregunta respetando así la libertad de los niños:

"¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que El quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados con que El es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?"

Y su respuesta brotó espontánea y llena de amor: "Sí, queremos"

Este sí de estos niños, cambió toda su vida y también cambió todas nuestra vidas. Es el sí generoso de aquel que, amando a Dios reconoce su llamada y responde a ella sin titubeos y sin preguntas. Como la Santísima Virgen, ellos respondieron afirmativamente a la petición de Dios. Es el sí que todos estamos llamados a dar en nuestras vidas ante la voluntad de Dios para nosotros. Si unos niños tan pequeñitos pudieron abrazar una misión tan grande por amor a Dios, misión que les traería "sufrimientos", ¿cómo es que nosotros nos resistimos tanto a la llamada de Dios?

Francisco y Jacinta son gigantes en la fe y en el amor y así también nosotros debemos imitarles.

Hasta ahora hemos hablado de los dos niños juntos, ahora nos dedicaremos a contemplar la vida de cada uno y lo que el Señor y su Madre hicieron en cada uno y como ellos respondieron a la misión de Dios.

La Espiritualidad de Jacinta

"Amar como Jacinta"

Si miramos a Jacinta antes de las apariciones de la Virgen es fácil poder contemplar la transformación que ocurrió en su vida a partir de éstas. Transformación que iba en aumento después de cada aparición y que llegó a su punto culminante en la última parte de su vida.

Jacinta tenía un gran amor por el baile y vibraba ante el sonido de la música. Le gustaba recoger flores silvestres cuando iba a Loca de Cabeso, las cuales le entregaba a su prima Lucía. Algunas veces tomaba en sus brazos a una pequeña ovejita, en imitación del Señor, el Buen Pastor, que buscaba la oveja perdida.

El padre José Galamba de Oliveira (Canon), quien era el Presidente Diocesano de la Comisión para la causa de Jacinta y Francisco Marto entrevistó a Sor Lucía sobre el carácter de Jacinta.

El le preguntó: "Qué sentían las personas cuando estaban en compañía de Jacinta?"

Sor Lucía contestó:" Yo solo puedo decirle lo que yo sentía cuando estaba en su compañía, y puedo describirle cualquier manifestación externa de los sentimientos de otras personas. Lo que yo sentía usualmente es lo que se sentiría en la presencia de una persona santa que se comunicaba con Dios en todo momento. Su comportamiento era siempre serio, modesto y amable. Ella parecía manifestar la presencia de Dios en todas sus acciones, como una persona de edad y virtud avanzada y no como una niña. Nunca observé en ella esa excesiva frivolidad o entusiasmo infantil por los juegos y las cosas bonitas común en los niños, esto es, después de las apariciones. Antes de las apariciones, sin embargo, era la personificación del entusiasmo y del capricho."

Sor Lucía también dice que la compañía de su prima se le hacía a veces bastante antipática porque era muy susceptible y caprichosa. La menor contrariedad en el juego era suficiente para enfadarse y ponerse de lado. Para que volviese al juego era necesario dejarle escoger a su gusto y que todos se sometiesen a lo que ella quería. Después de las apariciones, como lo dijo la misma Sor Lucía, todo esto desaparece. Jacinta cambia completamente.

Y continua diciendo Sor Lucía: " No puedo decir que otros niños corrían tras de ella como lo hacían conmigo, quizás esto se debía a que ella no sabía canciones ni historias para enseñarles y para entretenerles, o quizás por que la seriedad de su comportamiento era superior a la de su edad. (muchos coinciden en decir que actuaba como una niña más madura). Si algún niño o adulto decían o hacían algo en su presencia que no estaba totalmente correcto, ella les reprobaba diciéndoles que no hicieran eso que ofendía a Dios, quien estaba ya demasiado ofendido."

Sor Lucía dijo una vez que: "pensaba que Jacinta fue la que recibió de Nuestra Señora una mayor abundancia de gracia, y un mejor conocimiento de Dios y de la virtud."

Muchos sentían reverencia en su presencia y esto denota la profundidad y el carácter que se desarrolló en ella después de las apariciones. Todo ese capricho y susceptibilidad desapareció, toda esa energía la volcó en orar y sacrificarse por los pecadores, por su conversión.

A la pregunta :"¿Cómo es que Jacinta, tan pequeña como era, se dejó poseer por ese espíritu de mortificación y penitencia y lo comprendió tan perfectamente?"

Sor Lucía respondió: "Pienso que la razón es lo siguiente: primero que Dios quiso derramar en ella una gracia especial, a través del Inmaculado Corazón de María y, segundo, fue porque ella vio el infierno, y vio la ruina de las almas que caen en él".

De todo el mensaje de Fátima el elemento que más impresionó a Jacinta fue la visión de las consecuencias del pecado, en la ofensa a Dios y en los castigos de los condenados del infierno.

Amor a los pecadores:

A partir de esta visión del infierno Jacinta se manifestó la más preocupada con la suerte de las almas condenadas al infierno, procurando hacer todos los sacrificios posibles para evitar que otras almas cayesen en el abismo de la condenación.

Decía Sor Lucía: "Jacinta tomó la misión de hacer sacrificios por la conversión de los pecadores tan seriamente en su corazón, que nunca permitió que se le escapara una sola oportunidad... la sed de Jacinta por hacer sacrificios parecía insaciable."

Con una delicada sensibilidad, Jacinta quedó llena de pena por esas pobres almas caídas en la perdición. "Con frecuencia se sentaba en el suelo o en alguna piedra y, pensativa, comenzaba a decir: "¡El infierno, el infierno!"

Acostumbraba retirarse, y permanecía mucho tiempo, de rodillas, rezando por aquellos que se encontrasen en mayor peligro de condenación. Llamaba a Lucía y a Francisco y les preguntaba:

"¿Estáis rezando conmigo?", y añadía "es necesario rezar mucho para librar las almas del infierno...¡qué pena tengo de los pecadores! ¡si yo pudiese mostrarles el infierno!"

Y le decía a Lucía: "Yo voy al cielo, pero tú que quedas aquí, si te permite nuestra Señora, dí a la gente cómo es el infierno para que no cometan más pecados y no vayan para allá."

Aún después de estar enferma, que eventualmente terminó en su muerte, ella se bajaba de la cama, se postraba con la cabeza hacia el suelo y oraba como el Ángel les había enseñado por la gloria de Dios, a Jesús en los Tabernáculos del mundo, en reparación por las ofensas, sacrilegios e indiferencia por los que Dios era ofendido y para rogar por la conversión de los pobres pecadores. Finalmente un sacerdote tuvo que decirle que podía hacer la oración en la cama, ya que muchas veces ella se caía cuando se postraba en el piso por la debilidad.

Jacinta se mortificaba dejando de comer y dándole la comida a los pobres, ella decía: "ofrezco este sacrificio por los pecadores que comen demasiado".

También hacía el sacrificio de beber agua sucia y en el mes de agosto dejaba de tomar agua durante todo el mes. Como forma de penitencia ella y su hermano usaban una cuerda amarrada a la cintura.

Por los pecadores aceptó la enfermedad, los alimentos y las medicinas que en esas circunstancias más le repugnaban.

Ella ofreció el sacrificio de ser separada de sus familiares y compañeros e ir al hospital, lejos de su casa y finalmente el sacrificio de morir sola, como le había dicho la Santísima Virgen.

Sor Lucía escribe lo que Jacinta le dijo: "Nuestra Señora me ha dicho que voy a Lisboa, a otro hospital, que no te volveré a ver más ni a mis padres. Que, después de sufrir mucho moriré sola; pero que no tenga miedo; que Ella me irá a buscar para llevarme al Cielo." y abrazando a Lucía le dijo: "Nunca más volveré a verte; tú no irás a visitarme allí. ¡Oye! reza mucho por mí, que moriré sólita".

Amor a Jesús Crucificado y a la Eucaristía:

Ella estaba constantemente en una profunda contemplación de Dios, en un coloquio íntimo con Él. Buscaba el silencio y la soledad, y de noche se levantaba de la cama para expresarle su amor al Señor con mayor libertad.

Ella decía: "¡Amo tanto a Dios! En algunos momentos, me parece que tengo un fuego en mi corazón, pero no me quema!"

Contemplaba con amor a Cristo crucificado y lloraba siempre que escuchaba el relato de la Pasión de Cristo.

Al mismo tiempo alimentó en su corazón una ardiente devoción por Jesús en la Eucaristía, a quien visitaba con frecuencia y por largo tiempo en la parroquia , escondiéndose en el púlpito donde nadie la podía ver. Anhelaba recibir el Cuerpo de Cristo, pero no se le era permitido por su edad.

Su amor por la Eucaristía se manifestaba en su participación en la Misa diariamente por la conversión de los pecadores, después que se enfermó. También cuando instruía a las enfermeras a arrodillarse frente a "Jesús escondido", en el tabernáculo en reparación; pidiendo en ocasiones que le movieran la cama cerca del balcón para poder ver el tabernáculo de la capilla del hospital.

Sin duda alguna Jacinta recibió grandes gracias por sus comuniones espirituales.

Su amor al Inmaculado Corazón:

Jacinta veneraba a la Santísima Virgen con un amor tierno, filial y gozoso, respondiendo constantemente a sus palabras y deseos; honrándola muchas veces por el rezo del Santo Rosario y de jaculatorias en honor a la Virgen. De las jaculatorias que mas le gustaba repetir era: "Dulce Corazón de María, sed la salvación mía".

La Santísima Virgen se convirtió en su directora espiritual, y bajo su dirección maternal Jacinta se convirtió en una mística.

Como no podía recibir la Comunión en reparación, como lo había pedido la Virgen ella exclamaba: "¡Tengo tanta pena de no poder comulgar e reparación de los pecados que se cometen contra el Inmaculado Corazón de María!"

Ofrecía lo que le era posible: oraciones y sacrificios. Especialmente, durante su enfermedad le manifestaba a Lucía: "Sufro mucho, pero ofrezco todo por la conversión de los pecadores y para reparar al Corazón Inmaculado de María."

"Jacinta es una carta de la Santísima Virgen". En el 25 aniversario de Fátima, el cardenal Prelado de Lisboa dijo estas palabras:

"...San Pablo dice que los Cristianos son una de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo (cf. 2 Cor 3:1-3). Imitando a San Pablo, podemos decir que Jacinta es una carta de la Virgen Santísima, para ser leída por las almas. Mucho mejor que las palabras, la vida de Jacinta nos enseña lo que la Virgen vino a hacer a Fátima y lo que Ella quiere de nosotros." Y verdaderamente estas palabras son muy ciertas, contemplando la vida de Jacinta vemos que ella "personificó" el mensaje de la Virgen. Toda su vida es un perfecto resumen de los que María santísima pidió en Fátima y nos sigue pidiendo a cada uno de nosotros. Podríamos decir que la vida de Jacinta es como la "llave" que nos abre el mensaje del Inmaculado Corazón.

Su amor al Papa:

Después de la visión del infierno y del anuncio del fin de la guerra, la Virgen les da a conocer las características de los castigos que habían de seguirse si no se hacía lo que Ella pedía, las palabras de la Virgen fueron:

"Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre...El Santo Padre tendrá mucho que sufrir..."

Esto fue lo que la Virgen les dijo a los pastorcitos en la tercera aparición. Más adelante, Jacinta recibió dos revelaciones personales que Sor Lucía contó de la siguiente manera:

-"Un día...me llamó Jacinta. ¿No has visto al Santo Padre? -No. -"No sé cómo fue. Vi al Santo Padre en una casa muy grande, de rodillas delante de una mesa, con las manos en la cara llorando. Afuera había mucha gente, unos le tiraban piedras, otros le maldecían y le decían muchas palabras feas. ¡Pobrecito el Santo Padre!. Tenemos que rezar mucho por él!"

En otra ocasión me llama Jacinta: -"¿No ves tantas carreteras, muchos caminos y campos llenos de gente que lloran de hambre por no tener nada que comer? ¿Y el santo Padre en una Iglesia rezando delante del Inmaculado Corazón de María? ¿Y tanta gente rezando con él?"

Estas palabras pudieran referirse a los sufrimientos de Benedicto XV, durante la primera guerra mundial, y a Pío XII durante la segunda. Pero estos sufrimientos continúan con Pablo VI y sus sucesores.

Por esta razón la pequeña Jacinta ofrecía oraciones y sacrificios por el Santo Padre y tenía un deseo muy grande de que el Papa fuera a Fátima. Esto se cumplió después de su muerte.

Jacinta dijo un día a Lucía: "Yo, en el cielo, voy a pedir mucho por ti, por el Santo Padre, por Portugal para que la guerra no venga aquí y por todos los sacerdotes."

Mientras las fuerzas de su cuerpo iban decayendo por la enfermedad, su alma se fue embelleciendo según iban pasando los días, a través del resuelto, constante y gozoso ejercicio de la virtud Cristiana. Su abandono a la voluntad de Dios fue completo.

Tres días antes de morir, la Santísima Virgen la visitó, y le prometió que iba a venir a buscarla y le quitó todos los dolores.

El 20 de febrero de 1920, fue el día que le anunció la Virgen que ella moriría; sabiendo esto pidió que viniera el sacerdote. Recibió el sacramento de la confesión pero, como el sacerdote no la veía tan mal le dijo que le daría el viático al día siguiente. Jacinta sabía que no llegaría al día siguiente y aceptó el no poder recibir a Jesús en la Eucaristía. Esa noche a las 10:30 P.M. la Santísima Virgen vino a buscar a su fiel discípula y amante de su Inmaculado Corazón y amiga de los pecadores.

La enfermera Nadeja Silvestre dijo al contemplar el cuerpo inmóvil de Jacinta: "no parecía ser la misma niña; se transformó en radiante y preciosa".

Cuando la Madre Gohdino hacía vigilia junto al féretro de Jacinta se fijó en la pequeña lámpara que brillaba a su lado. Quedó sorprendida al ver como la lámpara ardía tan brillantemente y no tenía nada de aceite.

El cuerpo de Jacinta, que por su enfermedad y por las heridas de su cuerpo no despedía un olor agradable antes de morir, después que murió despedía un perfume suave.

Cuando su cuerpo fue llevado a la Iglesia de Lisboa, las campanas comenzaron a tocar sin que nadie las estuviese moviendo y con la puerta cerrada. Una vez Jacinta dijo que había escuchado a los ángeles cantar, pero que ellos no cantaban como los hombres. Y es muy probable que hayan sido los ángeles los que hayan tocado las campanas de la Iglesia dándole la bienvenida a la que entregó toda su corta vida cumpliendo los designios del Corazón de Jesús a través del Corazón de María.

El 12 de septiembre de 1932, el cuerpo de Jacinta fue exhumado por primera vez y se halló incorrupto. Su padre al ver el rostro de su hija dijo que el ver el cuerpo de su hija era "como estar viendo a una persona que había crecido, y que uno la conocía cuando estaba joven."

En la segunda exhumación que ocurrió en 1951, un testigo ocular dijo:

"La expresión del rostro de Jacinta era de una santa paz, y todos los que la vieron no podían evitar tener el sentido de que habían sido privilegiados de haber tenido este gran favor."

Al despedirse de Lucía, Jacinta le dijo estas palabras que nos dice a todos hoy: "Ya falta poco para irme al cielo. Tú quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando vayas a decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María. Que las pidan a Ella, que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Corazón de María, que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios la confió a Ella. Si yo pudiese meter en el corazón de toda la gente la luz que tengo aquí dentro del pecho, que me está abrazando y me hace gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María.."

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La Espiritualidad de Francisco

"Contemplar como Francisco"

La espiritualidad de Francisco Marto es completamente diferente a la de su hermana Jacinta y pudiese ser un poco más difícil de analizar que la de ella. Y hay una buena razón para esto, el mensaje de Jacinta de amar, orar y sacrificarse para salvar las almas de ir al infierno. Se presenta con gran claridad y fuerza. La espiritualidad de Francisco es especialmente de contemplación.

En el momento de las apariciones contaba con 9 años, era dos años mayor que Jacinta y un año más joven que Lucía.

Dentro del grupo de los tres aparece siempre de último, a pesar de ser niño, quizás por su temperamento retraído y tímido. Tenía un carácter dócil y abrazó en su corazón todo lo que sus padres les enseñaron. Fue en su hogar donde comenzó a conocer a Dios, a orar y participar de las funciones en la Parroquia; a ayudar a los vecinos que se encontrasen en necesidad, a ser sincero, obediente y diligente.

Con regularidad asistía a las clases de catecismo que se daban en la Parroquia o las que daba su tía María Rosa dos Santos, la mamá de Sor Lucía.

Vivía en paz con todo el mundo, tanto con los adultos como con los niños de su propia edad. No se irritaba cuando le contradecían, y cuando jugaba no tenía dificultad ninguna en adaptarse a la voluntad de los demás.

Era muy sensible a las bellezas de la naturaleza, la cual él contemplaba con simplicidad y admiración. Se deleitaba en la soledad de las montañas y permanecía admirado de la belleza de la salida del sol y de la puesta del sol. Él le llamaba al sol "la lámpara del Señor" y a las estrellas "las lámparas de los ángeles." Era tal su inocencia que decía que cuando él fuera al cielo le iba a poner aceite a la lámpara de la Virgen.

Su padre decía de él: "´Él era más valiente que Jacinta. Algunas veces no tenía mucha paciencia. Francisco no era cobarde. Salía de noche, solo en la oscuridad, sin ninguna señal de temor. Jugaba con lagartijas y con culebras... y sin miedo cazaba zorras y otros animales."

Francisco no nació siendo contemplativo, su padre recuerda que una o dos veces rehusó decir sus oraciones porque estaba teniendo un momento de rebeldía. Recordamos también que fue Francisco el que les quería enseñar a Jacinta y a Lucía la forma rápida de rezar el Rosario diciendo sólo la primera parte de cada oración, sin embargo después de las apariciones vemos que Francisco se convierte en aquel que siempre está rezando el Rosario.

Él pudo haber sido el que encabezara el grupo de los videntes, sin embargo es el último. Por designios misteriosos de Dios, parece también el menos protegido por la gracia: Lucía ve a Nuestra Señora y habla con Ella; Jacinta, ve, oye, pero no habla, Francisco solamente ve, no oye ni habla con la Virgen (por esto tendrá que creer lo que su prima uy su hermana le comunican).

Cuando ocurrió la primera aparición de la Virgen vemos que a Lucía y a Jacinta se les promete inmediatamente el cielo, sin embargo a Francisco se le pone una condición: "...tiene que rezar muchos Rosarios"

Quizás la Virgen hizo esto porque era un poco perezoso para la oración, sin embargo los designios de Dios permitieron que esto fuera de esta forma ya que esta condición impuesta por Nuestra Señora introdujo a Francisco en una profunda vida de oración, y no ser meramente un repetidor del Santo Rosario sino más bien, un "contemplador de sus misterios."

Esta situación aparente de estar en segundo plano, al lado de sus compañeras; esta aparente depreciación en el trato de la Virgen se ve recompensada por una gracia interior inmensa. La gracia de comprender el dolor del Señor a causa de los pecados de los hombres y la entrega total y generosa de su vida para consolar al Señor, al que vio tan triste.

Francisco decía:" ¡Que bello es Dios, que bello! pero Él está triste por los pecados de los hombres. Yo quiero consolarle, quiero sufrir por amor a Él."

El deseo de su vida era consolar al Señor:

Este deseo de consolar al Señor ofendido es la marca de la espiritualidad de Francisco como lo vemos en los siguientes episodios:

Lucía le preguntó a Francisco un día que era lo que él prefería, consolar al Señor o convertir pecadores para prevenir que más almas cayeran en el infierno. Francisco no dudó en ningún momento y le respondió: "Yo prefiero consolar al Señor. ¿ No te acuerdas el mes pasado como nuestra Señora se puso tan triste cuando nos pidió que no ofendiéramos al Señor, que ya estaba bastante ofendido? Yo quiero consolar al Señor, y después convertir pecadores para que ellos no le ofendan más con sus pecados."

Un día en el que Francisco estaba retirado, Lucía le preguntó qué estaba haciendo y Francisco le respondió: "Estaba pensando que Dios está muy triste por causa de los muchos pecados. ¡Si yo lo pudiese consolar!..."

Otro día, cuando ya estaba enfermo, Jacinta y Lucía fueron a su cuarto, y él les pidió que por favor no hablaran mucho porque tenía un gran dolor de cabeza. Jacinta le dijo que no se olvidara de ofrecerlo al Señor por los pecadores. Él le respondió: "Sí, pero primero lo estoy ofreciendo para consolar al Señor y a la Virgen, y después por los pecadores y el Santo Padre"

En el momento de su muerte, Lucía le da recados para el Cielo: "No te olvides allá de pedir por los pecadores, por el Santo Padre, por mí y por Jacinta.

Sí, pediré, respondió él, y añadió: pero mira, esas cosas pídelas antes a Jacinta, que yo tengo miedo de olvidarme cuando llegue junto al Señor. Lo que quiero es consolarlo."

Todos estos ejemplos nos enseñan ese deseo insaciable de Francisco de orar y consolar al Señor.

Francisco buscaba el silencio y la soledad para poder adentrarse por completo en contemplación y diálogo con Dios.

Su amor por Jesús en la Eucaristía era inmenso, él le llamaba a la Sagrada Hostia "Jesús escondido." Iba a Misa diariamente cuando le era posible y en las fiestas especiales.

Pasaba largas horas en la Iglesia adorando a Jesús en la Eucaristía, haciéndole compañía y consolándolo por todas las ofensas que recibía. En él la oración que les enseño el Ángel se convirtió en vida: "Yo creo, adoro, espero y te amo y te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman."

Cuando sus padres comenzaron a mandarlo a la escuela en Boleiros, sabiendo él que iría muy pronto al Cielo, muchas veces no iba a la escuela sino más bien se quedaba en la Iglesia y le decía a Lucía: "Tú ve a la escuela mientras yo me quedo aquí en la Iglesia. No vale la pena que aprenda a leer si voy pronto al Cielo. Llámame cuando vengas de regreso." Francisco se quedaba en la Iglesia todo el tiempo que duraba la escuela. Se iba al altar, delante de Jesús escondido en el Tabernáculo. Ponía sus manos en el altar y arrodillándose adoraba a su Señor y Dios realmente presente. Allí el consolaba a su Señor y allí mismo le encontraba Lucía cuando venía de regreso de la escuela.

Francisco rezaba los quince misterios del Santo Rosario diariamente, y muchos más a parte de estos, en orden a cumplir el deseo de la Virgen.

Además le gustaba añadir jaculatorias que aprendía en las clases de catecismo y las que el ángel, la Virgen y sacerdotes le enseñaban.

Él oraba a solas, con su familia y con los peregrinos, manifestando una recolección interior profunda y una confianza segura en la bondad divina.

Francisco mortificó su carácter y su voluntad, sobreponiéndose a la fatiga, negándose a sí mismo la comida para poder dársela a los pobres; no tomando agua por días completos, especialmente en los meces más calientes; ayunando durante la Cuaresma; usando una cuerda, como su hermana Jacinta, como penitencia; renunciando a sus juegos favoritos para dedicar más tiempo a la oración.

No perdía la ocasión para unirse a la pasión de Cristo y cooperando de esta manera a la salvación de las almas y al crecimiento de la Iglesia.

Con gran firmeza de espíritu y gran fortaleza soportó las injurias, las interpretaciones maliciosas, las persecuciones, hasta la cárcel. Cuando le amenazaban con matarle él decía: "Si nos matan iremos pronto al Cielo. Nada más importa."

Se mantuvo siempre humilde y simple. Continuó haciendo todas sus tareas diarias, obedeciendo a sus padres y era atento con todos. Era paciente con los curiosos, recibiendo a todos los peregrinos. Era humanitario con los impíos y misericordioso con los que le pedían que orara por sus intenciones.

Tenía una total indiferencia hacia los bienes terrenales y por su propia vida y salud. Como le había sido comunicado por la Virgen que su vida sería breve, pasaba los días en ardiente expectación de entrar en el Cielo.

El día 4 de abril de 1919, Francisco fue el primero en ir al Cielo, como lo había prometido la Virgen. Aquel que no escuchó y no habló con la Virgen fue el primero en alcanzar la meta que tanto anhelaban.

La vida de Francisco nos reta a cada uno de nosotros a examinarnos en el amor al Señor.

El mensaje de Fátima fue vivido primeramente por aquellos niños que hoy se convierten en ejemplo para toda la Iglesia, para cada fiel y para todo el mundo.

Pidamos su intercesión para que podamos alcanzar como ellos el Cielo y no escatimemos nada aquí en la tierra para poder alcanzarlo.


BIBLIOGRAFIA -La Espiritualidad de los Pastorcillos Francisco y Jacinta Marto. Compilación del P. Luis Kondor SVD, Vice- Postulador de las Causas de Beatificación

-The Heroic Virtues of Jacinta and Francisco Marto. Vatican Decrees Issued by the Congregation for the Causes of Saints.

-Jacinta de Fátima. La Pastorcita de Nuestra Señora. Texto del P. Frenando Leite, S.J.

Arriba pEL MILAGRO QUE POSIBILITÓ LA BEATIFICACIÓN DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA.

Los venerables Servidores de Dios Francisco y Jacinta Marto fueron beatificados el día 13 de mayo de 2000, en Fátima. El l3 de mayo de 1989 habían sido declarados venerables por la promulgación del decreto de heroicidad de sus virtudes. Ese día, la Santa Iglesia aprobaba su veneración privada. Para su beatificación, es decir, para el permiso – con todo limitado a ciertos lugares- de su culto público, el derecho canónico exige que sea científicamente probado un milagro obtenido por su intercesión. Después de un examen minucioso de María Emilia Santos, realizado en Roma bajo la dirección de los Profesores Macchiarelli, Romanini y Santoro, por unanimidad, la cura de esta mujer fue reconocida como inexplicable por la medicina, en la reunión del Consejo Médico de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, presidida por el Profesor Rafael Cortesini y realizada el 28 de enero de 1999. El caso fue seguidamente sometido a examen por los consultores teológicos, el 7 de mayo de 1999, y después a la opinión de los cardenales y obispos de esa misma Congregación, en sesión ordinaria del 22 de junio de 1999. Finalmente, el decreto de esta S. Congregación reconociendo la cura de María Emilia Santos como milagro de Dios obtenido por la intercesión de los dos pastorcitos de Fátima, fue promulgado por orden del Santo Padre, el 28 de junio de 1999.Este decreto posibilitó la beatificación de los dos niños que, de este modo, se convierten en los bienaventurados más jóvenes de la historia de la Iglesia. Este título pertenecía anteriormente a Santo Domingo Savio, que murió poco antes de cumplir los quince años. “Toda la gente me decía que no había ningún hombre sobre la tierra que me hiciese andar, pero fue Dios que me curó por medio de Jacintita, de Nuestra Señora y de Francisquito” Es con estas palabras que María Emilia Santos, natural de la ciudad de Leiría, confirma el milagro con que fue gratificada. Ella sólo tenía l6 años cuando, en octubre de l946, fue internada por una enfermedad que al principio parecía ser una gripe de fiebres altas. Después de dos meses de permanencia en el hospital, le dijeron que debía haber sido una fiebre reumática. Nunca más se sintió bien y trabajaba con dificultad. Dos años más tarde, sintió un dolor muy fuerte en las piernas que le impedía caminar. Estuvo l7 meses en el hospital de Leiría y, de ahí, fue transferida al Sanatorio de Outao, en el cual iría a permanecer más de 28 meses. Fue operada de la columna y de las rodillas y regresó a casa sin ninguna mejoría. Pasaron 10 años durante los cuales fue empeorando. Cuando ya ni siquiera conseguía arrastrarse, ni soportar los dolores, la llevaron a un ortopedista que la quiso internar inmediatamente en Coimbra o Lisboa.

A esta altura, ella ya estaba bastante harta de médicos y de hospitales, dijo que no, pero como pasados ocho días el mal se agravó, tuvo que ser internada de urgencia en el Hospital de la Universidad de Coimbra. Fue sometida a una nueva operación en la columna que agravó el cuadro clínico. Quedó parapléjica. En vista del fracaso, es transferida al Centro de Alcoitao donde, por medio de ejercicios, consigue recuperar el movimiento de las manos. Le dicen que su problema no tiene cura, y regresa a casa. A consecuencia de un síntoma febril, es internada una vez más en el Hospital de Leiría el día 8 de enero de 1978, en los servicios médicos donde permanece seis años. Después es transferida al Hogar de San Francisco. A partir de ahí y hasta 1987 no consultó ningún médico, ni tomó ningún medicamento especial, apenas analgésicos cuando los dolores eran muy intensos. Estaba siempre echada de costado en la cama, con total insensibilidad de la cintura para abajo. Sólo conseguía mover las manos y la cabeza. Rezaba, cantaba y lloraba, pero el desánimo, los dolores y la gran dificultad de aceptar su situación la llevaron, como ella misma reconoce, a fastidiarse y protestar con aquellos que la servían y sólo le querían hacer bien. Un día la llevaron en ambulancia (con gran dificultad debido a los dolores que padecía especialmente cuando la movían) a hacer un retiro para enfermos, en Fátima. Fue entonces que comenzó a tener gran devoción por los pastorcitos y a hacerles novenas constantemente. Acababa una novena y dos o tres días después comenzaba otra. Así fue hasta el día 25 de marzo de 1987. En su cuarto, después de rezar el rosario y la novena dijo: “Jacintita, ya falta sólo un día para acabar una novena más y todavía nada...” De repente comenzó a sentir un hormigueo en los pies y un calor fuerte que la asustaron. Por estar totalmente insensible de la cintura para abajo, dudó si estaría ahora quedando también sin juicio. Pero el hormigueo y el calor aumentaban y oyó entonces una voz de niño que le decía: “Siéntate que tú puedes”. Pero precisó oír estas palabras una segunda y una tercera vez para, en un impulso, arrojar hacia un lado el cobertor y sentarse en la cama. Pasado el primer momento de confusión, pensó entonces que al día siguiente nadie iba a creerle si ella decía que se había sentado sola, ya que hasta esa mañana se había hartado de gritar a causa de los dolores cuando habían ido a lavarla. Se acordó de llamar a la encargada. Tocó la campanilla y llamó, pero, según parece, no conseguía hablar bien.. Por eso cuando la empleada llegó al cuarto, que estaba a oscuras, y le preguntó qué quería, ella tuvo que pedir varias veces que le encendiese la luz. Cuando finalmente la luz brilló, la empleada, espantada, comenzó a gritar al verla sentada en la cama. Fueron a llamar a la Señora Directora y otras señoras usuarias para que todas la viesen. Hubo una gran excitación en todo el Hogar. Después de este acontecimiento, pasó a utilizar una silla de ruedas, pero continuó pidiendo a los pastorcitos que la ayudasen a ponerse de pie. El día 20 de febrero de l989, aniversario de la muerte de Jacinta, le rezó así: “Si hoy me hicieras caminar, seré la mujer más feliz del mundo” En ese mismo instante, se levantó de la silla de ruedas, probó a flexionar las rodillas, no sintió ningún dolor y comenzó a caminar. Hoy, pasados más de diez años, continúa moviéndose sin dificultad y puede hacer una vida normal. Padre Fabrice Delestre Lisboa, Portugal

Nota: Artículo compuesto a partir del Decreto de la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos del 28 de junio de 1999, y de un artículo más pormenorizado del Padre Luis Cóndor, Vice-Postulador de la Causa para la beatificación de los niños, publicado en el Semanario Católico Portugués “ A Ordem “ del 3 de junio de 1999.

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Novena a los Beatos Jacinta y Francisco, videntes de Fátima Oh Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Os adoro profundamente con todos los poderes de mi alma y Os agradezco de todo corazón por las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima a través de las cuales se manifestaron en el mundo los tesoros del Inmaculado Corazón. Por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y a través de la intercesión del Inmaculado Corazón, os imploramos, si es para vuestra mayor gloria y el bien de las almas, que eleven ante la Santa Iglesia a los beatos Jacinta y Francisco, alcanzándonos por su intercesión la gracia que ahora os imploramos. Amén Padre Nuestro, Ave María, Gloria. Nuestra Señora de Fátima... Ruega por nosotros Beata Jacinta Marto... Ruega por nosotros Beato Francisco Marto.... Ruega por nosotros

Letanías de Francisco y Jacinta Señor, ten piedad de nosotros Cristo, ten piedad de nosotros Señor, ten piedad de nosotros Dios Padre, Creador del mundo, ten piedad de nosotros Dios Hijo, Redentor de los hombres, ten piedad de nosotros Dios Espíritu Santo, Perfección de los elegidos, ten piedad de nosotros Santa María, Madre de Dios, rogad por nosotros Nuestra Señora del Rosario, rogad por nosotros Corazón Inmaculado de María, rogad por nosotros Francisco y Jacinta, niños bendecidos por Dios, Niños tan queridos del Corazón de Nuestra Señora, Niños tan queridos de todos nosotros,... Pastorcitos maravillados por la creación, Pastorcitos admirando el cielo estrellado, Pastorcitos acariciando los corderitos blancos,... Pastorcitos de mirada limpia,... Pastorcitos de sonrisa angelical,... Pastorcitos de alma cristalina,... Corazones apasionados de la belleza, Corazones hambrientos de la verdad, Corazones desbordantes de amor,... Pasmosas maravillas de oraciones,... Fuentes desbordantes de sacrificios,... Ofrecimientos totales prontos para el martirio, Francisco, tu pacífico y contemplativo ruega por nosotros Tú consolador de Dios,... Tú que haz fallecido sonriendo,

Jacinta, tú fiel aliada del Santo Padre, Tú apóstol del Corazón Inmaculado de María,... Tú amiga de los pecadores,... Vosotros dos, compañeros de los ángeles rogad por nosotros Confidentes de Nuestra Señora,... Testimonios vivos de Su Mensaje, Vosotros, apasionados de Dios,... Vigías al lado de Jesús escondido, Adoradores de la Santísima Trinidad,... Estrellas de luz para la humanidad,... Zarzas ardientes del Altísimo,... Llamaradas de amor hacia la eternidad, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos Señor Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros, Señor Oremos. Dios que haz concedido a nuestros dos Pastorcitos volverse dos pequeñas zarzas ardientes, tan inflamados de amor por el Santo Padre y por los pecadores como abrasados de amor hacia Nuestra Señora y Jesús escondido, haced que nos volvamos otros Franciscos y otras Jacintas, para que por nuestra parte ardamos del mismo amor y con ellos nosotros nos encontremos todos juntos en el Cielo a los pies de Nuestra Señora para adorar a la Santísima Trinidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén Arriba

Sor María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado BREVE BIOGRAFIA Entrevista con Sor Lucia, 1998 Papa, mensaje para el funeral APARICIONES POSTERIORES AL 1917 Cinco primeros sábados Visión de la Trinidad y petición de la consagración de Rusia BREVE BIOGRAFIA Lucía de Jesús La principal protagonista de las apariciones, nació el 22 de marzo de 1907. En Aljustrel, perteneciente a la parroquia de Fátima. El día 17 de junio de 1921 ingresó en el Asilo de Vilar (Porte), dirigido por las religiosas de Santa Dorotea. Después fue para Tuy, donde tomó el hábito y le pusieron el nombre de María Lucía de Los Dolores. Hizo su profesión religiosa de votos temporales el 3 de octubre de 1928 y el 3 de octubre 1934 los perpetuos. En el día 24 de marzo de 1948 ingresó en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, tomando el nombre de Hermana María Lucía del Corazón Inmaculado. En el día 1 de mayo de 1949 hizo sus votos solemnes. La Hermana Lucía vino a Fátima varias veces: el 22 de mayo de 1946; el 13 de mayo de 1967; en 1981 para dirigir en el Carmelo de Fátima un trabajo de pintura sobre las apariciones; el 13 de mayo de 1982 y el 13 de mayo de 1991. Fue llamada a la Casa del Padre el 13 de febrero de 2005. Lucía Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en Ajutrel, caserío junto a Fátima. Cuando tenía nueve años fue enviada con sus primos, los beatos Francisco y Jacinta Matos a pastorear ovejas como de costumbre. Fue entonces que recibieron la visita de la Virgen en la Cova de Iría. Lucía ingresó en 1921 con las Hermanas Doroteas. Estuvo con ellas en Tui y Pontevedra, España. En ambas ciudades tuvo importantes visitas de Jesús y de la Virgen. Recibió la Promesa de los Primeros Sábados, la Visión de la Trinidad, la petición de la consagración de Rusia, 1929 En 1946 regresó Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, donde profesó sus votos como carmelita en 1949. La Virgen dijo a Francisco y Jacinta que pronto irían al cielo pero Lucia debía quedar en la tierra para propagar sus mensajes. Así ocurrió. El Papa beatificó a Francisco y Jacinta Marto durante el año jubilar, 2000, en Cova de Iría, en el santuario de las apariciones. Estábamos presentes unas 700 mil personas en uno de los días mas fríos registrados en el lugar. Allí estaba, junto al Papa, Sor Lucia. Sor Lucía escribió dos volúmenes con sus "Memorias" y los "Llamamientos del Mensaje de Fátima". Murió el 13 de Febrero del 2005, durante la novena de los beatos Francisco y Jacinta, en su querido Carmelo, donde muchos creen que aun era visitada por la Virgen y donde también el Papa Juan Pablo II la visitó. Sor Lucía Arriba Entrevista con Sor Lucía 8 Marzo, 1998< COIMBRA, 8 mar 98 (ZENIT).- La revista mensual católica portuguesa «Christus» editada en Lisboa por el grupo editorial «Semanario», publicó en el número correspondiente al 3 de marzo 98, la primera entrevista que ha concedido en su vida la hermana Lucía, única superviviente de los tres niños videntes a quienes se apareció la Virgen en Fátima en 1917. Sor Lucía cumplirá 91 años el próximo 28 de marzo. Ella se encuentra, en el convento de las madres Carmelitas de Coimbra, desde hace casi medio siglo y ha dialogado con los cardenales Antony Padiyara de la India y Ricardo Vidal, de las Islas Filipinas. La conversión de Rusia En la entrevista que concedió la religiosa portuguesa no podía faltar una alusión explícita a Rusia, su consagración a Dios y su conversión. Sor Lucía no ocultó un dato curioso. Cuando la Santísima Virgen les pidió a los tres pastorcitos rezar por esta intención, ni ella sabía lo que era Rusia: «Nosotros pensábamos que era una mujer muy mala». Con el paso del tiempo, Sor Lucía llegaría a conocer en toda su crudeza la dramática historia de este pueblo. Ella misma ha sobrevivido al comunismo y ha podido presenciar la disolución del bloque soviético. ¿No podría interpretarse este hecho como un signo de la conversión de Rusia? A este respecto, Sor Lucía hizo referencia a aquel hombre en Rusia que «sin saberlo fue un instrumento de Dios para la conversión». -¿Gorbachov? -Sí. El tercer secreto Muchas personas asocian la aparición de la Virgen en Fátima con el enigma del tercer secreto. A la pregunta de si el secreto tenía que ver con el Concilio Vaticano, la religiosa se limitó a responder: «No puedo contestar». Y el tercer secreto, ¿no estará en el Apocalipsis? Sor Lucía aclaró: «Nuestra Señora no dijo que estuviera en el Apocalipsis». Pero si ella no quiere dar a conocer el tercer secreto de Fátima, ¿no podría hacerlo el Papa? La hermana se permitió responder con toda sencillez que el Papa puede revelarlo si quiere, «pero yo le aconsejo que no lo revele. Si él decide hacerlo, le aconsejo que tenga mucha prudencia». No se resistieron a preguntarle si continúa teniendo apariciones de Nuestra Señora. A lo que respondió: «Qué curiosos... No puedo decirlo».

El infierno La Virgen también habló del infierno, un tema que antes obsesionaba y ahora brilla por su ausencia. Sin embargo, las palabras de Sor Lucía fueron claras: «El infierno es una realidad. Es un fuego sobrenatural y no físico, y no puede ser comparado al fuego que arde, de madera o de carbón». Asimismo ofreció un consejo a los sacerdotes acerca de este tema: «Continúen predicando sobre el infierno porque Nuestro Señor mismo habló del infierno y está en las Sagradas Escrituras. Dios no condena a nadie al infierno. Dios dio a los hombres la libertad de escoger, y Dios respeta esa libertad humana».

Ateísmo y materialismo Sor Lucía reconoce que «el ateísmo es todavía el mayor instrumento utilizado por el demonio en nuestros días, porque es un grave pecado contra Dios, que niega su propia existencia dando paso a la práctica de toda una variedad de actos diabólicos como el aborto». «Como terminó el comunismo, ahora sigue el materialismo. Antes las personas no podían comprar nada. El materialismo es muy malo...Las personas deberían desear más las cosas de Dios y no querer antes las cosas materiales».

Mensaje final Los cardenales le preguntaron si ella querría ofrecer alguna idea particular para concluir, algún mensaje para este mundo confuso de hoy. A lo que respondió sin dudar: «Quien no está con el Papa no está con Dios; y quien quiera estar con Dios tiene que estar con el Papa». ZD980308-5 ZENIT

Sor Lucía Arriba

Mensaje de Juan Pablo II en el funeral de Sor Lucía 16 febrero 2005 (ZENIT.org). El cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova (Italia), presidió la misa funeral en calidad de enviado especial de Juan Pablo II. Al Venerable Hermano Albino Mamede Cleto, Obispo de Coimbra: Con íntima emoción he sabido que Sor Maria Lúcia de Jesús e do Coração Imaculado, a la edad de 97 años, ha sido llamada por el Padre celestial a la morada eterna del Cielo. Ella ha alcanzado así la meta a la que siempre aspiraba en la oración y en el silencio del convento. La liturgia nos ha recordado en estos días que la muerte es herencia común de los hijos de Adán, pero al mismo tiempo nos ha asegurado que Jesús, con el sacrificio de la cruz, nos ha abierto las puertas de la vida inmortal. Recordamos estas certezas de la fe en el momento en que damos el último adiós a esta humilde y devota carmelita, que consagró su vida a Cristo, Salvador del mundo. La visita de la Virgen María, que recibió la pequeña Lucía en Fátima junto a sus primos Francisco y Jacinta en 1917, fue para ella el comienzo de una singular misión a la que se mantuvo fiel hasta el final de sus días. Sor Lucía nos deja un ejemplo de gran fidelidad al Señor y de gozosa adhesión a su voluntad divina. Recuerdo con emoción los distintos encuentros que tuve con ella y los vínculos de amistad espiritual que con el paso del tiempo se intensificaron. Me he sentido siempre sostenido por el don diario de su oración, especialmente en los momentos duros de la prueba y del sufrimiento. Que el Señor la recompense ampliamente por el gran y escondido servicio que ha hecho a la Iglesia. Amo pensar que quien ha acogido a Sor Lucía en el paso de la tierra al Cielo haya sido precisamente Aquella que ella vio en Fátima hace tantos años. Que la Virgen Santa acompañe el alma de esta devota hija suya al bienaventurado encuentro con el Esposo divino. A usted le confío, Venerado Hermano, la tarea de hacer llegar a las monjas del Carmelo de Coimbra la certeza de mi cercanía espiritual, mientras que, para su consuelo interior en el momento de la separación, imparto una afectuosa bendición, que extiendo a los familiares, a usted, Venerado Hermano, al Cardenal Tarsicio Bertone, mi enviado especial, y a todos los participantes en el sagrado rito de sufragio. Vaticano, 14 de febrero de 2005, Juan Pablo II

Sor Lucía Arriba APARICIONES POSTERIORES AL 1917 Lucia es la mayor de los videntes. Entró en la vida religiosa con las hermanas Doroteas, con las que vivió en Pontevedra antes de entrar en la clausura Carmelita en Coimbra, Portugal

En este período ocurrieron: -la petición de los Cinco Primeros Sábados de Reparación -La visión de la Trinidad con la petición de la consagración de Rusia Cinco Primeros Sábadosde Reparación Trasfondo histórico

Los Sábados son tradicionalmente dedicados a la Virgen. Desde muy antiguo la Santa Iglesia, a considerado el sábado un día dedicado a intensificar la devoción Cristiana a la Santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra amantísima Madre. Mucha gente consagraba el primer sábado del mes a la Virgen por esta intención y para reparar por las blasfemias y ultrajes en contra de ella por parte de los pecadores y de los falsos maestros. El Papa San Pío X el 12 de Julio de 1905 emitió un decreto en el que alababa esta práctica y ofrecía indulgencias por ella. Ese mismo año en el mes de Noviembre el Santo Padre nuevamente bendijo e indulgenció la práctica tradicional de los Hijos del Corazón de María y la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, para dedicar los primeros sábados de cada mes a esta devoción con el propósito de hacer reparación al I.C. de María. La Virgen pide los Cinco Primeros Sábados de Reparación La Virgen le dijo que "con el fin de prevenir la guerra, vendré para pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados de mes" La promesa hecha por Nuestra Señora a Lucia en Julio 13, 1917 de que habría una manifestación futura concerniente a la práctica de los Cinco Primeros Sábados fue cumplida el 10 de diciembre de 1925. Aparición de La Virgen con el NiñoLucía era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Sta. Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El niño le dijo: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas."

Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: "Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación"

Los elementos de los 5 primeros sábados 1-confesión. Es esencial en el camino del arrepentimiento y la conversión. 2-Eucaristía El primer fruto de esta devoción es el culto a la Santa Eucaristía en sus tres aspectos: sacrificio, comunión y adoración. 3-rezo del Rosario con dos aspectos: oración y meditación. Se rezan cinco misterios. 4-la promesa de salvación.

La Meditación del Rosario: La oración vocal del Rosario tiene siempre en su base un acto de meditación interior en los misterios de la vida, sufrimiento y gloria de nuestro Señor y de la Stma. Virgen.

La jaculatoria que la Virgen pide que recemos después de cada misterio: "Oh mi Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Conduce todas las almas al cielo especialmente las que mas necesitan de tu misericordia".

Estas almas son las de los pecadores por quienes rezamos por su conversión y salvación eterna. Estos pecadores pueden ser los que están mas obstinados en su pecado sin arrepentirse, aquellos que están, sin saberlo, al borde de la muerte y están en pecado mortal. Finalmente, aquellos que por circunstancia de lugar, o por educación están lejos de la posibilidad de conseguir un sacerdote y recibir los sacramentos incluso en sus últimos momentos. Por estas pobres almas, las que están en mas necesidad de la misericordia de Dios, deben ser derramadas las eficaces oraciones de las almas cristianas, intercediendo por ellos, haciendo reparación, uniéndose en meditación con el corazón de María, Madre y Refugio de los pecadores.

Promesa de Salvación

Aquellos que practiquen esta devoción de los cinco primeros sábados , Nuestra Señora prometió: "Yo os asistiré a la hora de vuestra muerte con las gracias necesarias de salvación". Ella no promete la salvación eterna, sino las gracias necesarias para la salvación.

Hay muchos testimonios de almas que son especialmente devotas del Corazón de María, que reciben un conocimiento del cielo que la hora de su partida esta cerca. No es precisamente un anuncio de la muerte, pero si una nueva y gentil preocupación por recibir con mas dignidad los sacramentos, con una intención mas pura en todas sus acciones y se intensifica la caridad y la dedicación al apostolado. El Corazón de María va perfeccionando las almas de sus hijos hasta llegar a su encuentro decisivo con su Divino Salvador.

Espíritu de Reparación:

Todos estos actos de la devoción, deben hacerse con la intención de reparar las ofensas cometidas en contra del Inmaculado Corazón de María. Aquellos que la ofenden cometen una ofensa doble: ofenden a su Divino Hijo, y ponen en peligro su salvación.

Esta reparación hace énfasis en nuestra responsabilidad hacia los pecadores que no oran y no hacen reparación por sus pecados. Esta devoción nos presenta una responsabilidad social y nos recuerda de que para ir a Dios debemos amar a nuestros semejantes y tratar de salvar sus almas. También nos enseña una forma excelente de hacerlo, a través del espíritu de reparación al I.C. de María.

Hay quienes se preocupan de que se les puede olvidar en cada uno de los cinco sábados ofrecer por la intención de reparación. Pero esto se puede evitar haciendo la resolución de ofrecer esta reparación desde el primer sábado que se empieza..

"Dios mío yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, y no te aman" (el ángel a los pastorcitos de Fátima)

¿Por qué 5 Sábados?

Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: "Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:

1-Blasfemias contra su Inmaculada Concepción. 2-Contra su virginidad, 3-Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres. 4-Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada. 5-Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.

"He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas".

También es importante establecer un tiempo fijo para la devoción, en este caso los primeros cinco sábados de mes. Esto nos ayudará a establecer un hábito. La misma Iglesia lleva nuestra vida espiritual por ciclos litúrgicos: cuaresma, adviento...

Importancia de esta devoción

En febrero de 1926 se le apareció el Niño Jesús preguntándole si había difundido la devoción a su Santísima Madre. Lucía le contó las dificultades que tenía en llevar a cabo esta misión. Jesús le respondió que con su gracia bastaba.

En Fátima, la Virgen misma desea recomendar esta devoción, especificando "cinco primeros sábados consecutivos" enriqueciendo esta práctica con la promesa de salvación.

En la última instancia, es Dios quien es ofendido por cada pecado. Por esta razón, es Dios también quien es el objeto último de cada acto de reparación de los cristianos. Nosotros no podemos comprender propiamente el mensaje celestial dado en Fátima en este punto esencial de reparación si no lo hacemos reparando directamente al Inmaculado Corazón de María.

Es nuestro Señor mismo quien nos dice: "Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas".

La predestinación de María en su Maternidad Divina, su colaboración activa en toda la obra de redención, su misión de ser madre espiritual de toda la Iglesia y de cada persona redimida por la preciosa sangre de Cristo, constituye una de las leyes básicas de la divina providencia para la aplicación efectiva de la redención en cada alma.

Por lo tanto, la devoción a su Inmaculado Corazón debe ser intensificada y extendida. Consecuentemente quien ofenda a nuestra Madre, ya sea por blasfemia, por negación de su grandeza en su misión de corredención, o por tratar de despreciar la devoción a Nuestra Señora en la Iglesia o en las almas, al mismo tiempo ofende a Dios y a su providencia. Un cristiano que comprende cuan vil son este tipo de ofensas trata de hacer reparación intensificando su devoción personal y sus esfuerzos para que el Reino del Corazón de María se establezca. Así responde el amor.

Ambos aspectos de la reparación cristiana: primero directamente a Dios y subordinadamente al corazón de María, son manifestaciones complementarias de una misma realidad y un mismo espíritu.


Frutos de esta devoción:

En toda verdadera devoción a nuestra Señora (y la devoción a su Inmaculado Corazón es expresión perfecta de la verdadera devoción) hay siempre una invitación efectiva a regresar los corazones a Cristo Salvador.

Cuando se trata de aquellos que han perdido la gracia, es una llamada a la conversión, a la vida de gracia y a la salvación eterna.

Cuando se trata de almas que viven en la gracia de Dios, la verdadera devoción a María, les da un fuerte impulso por avanzar por la vía de santidad y crea en ellos un espíritu de apostolado cristiano.

Esta es una ley constante en la vitalidad de la Iglesia. Ya sean Instituciones Marianas, Santuarios Marianos, movimientos y peregrinaciones Marianas, siempre han sido una llamada irresistible desde el corazón maternal de María, a un regreso de estas almas a Cristo.

La práctica de los cinco primeros sábados en reparación, corresponde a este nuevo capitulo de la santificación y de la eterna salvación de los redimidos.

-Madre Adela Galindo -fundadora de las SCTJM

Sor Lucía Arriba

Visión de la Trinidad y petición de la consagración de Rusia

PontevedraEn Junio del 1929, Lucía estaba ya con las religiosas, Hijas Doroteas, y describe esta aparición así:

"...de repente toda la Capilla del convento se alumbro de una luz sobrenatural, y una Cruz de luz apareció sobre el altar, llegando hasta el techo. En la claridad de la parte superior se podía ver la cara de un hombre y su cuerpo hasta la cintura. En el pecho había una paloma de luz, y clavado en la Cruz había el cuerpo de otro hombre. Por encima de la cintura, suspendidos en el aire, podía ver un cáliz y una gran Hostia, en la cual caían gotas de sangre del rostro de Jesús crucificado y de la llaga de su costado. Estas gotas, escurriendo en la Hostia, caían en el cáliz. Debajo del brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora. Era Nuestra Señora de Fátima, con su corazón Inmaculado en su mano izquierda, sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas. Debajo del brazo izquierdo de la Cruz, grandes letras, como si fuesen de agua cristalina, que corrían sobre el Altar formando estas palabras: "Gracia y Misericordia". Nos dice Lucía:` entendí que era el Misterio de la Sta. Trinidad que se me enseñó, y yo recibí luces acerca de este misterio, que no se me permite revelar".

La Virgen le dijo: "Ha venido el momento en que Dios pide al Santo Padre que en unión con todos los obispos del mundo haga la consagración de Rusia a mi Corazón, prometiendo salvarla por este medio". Prevenía la difusión de sus errores y se adelantaba su conversión.

Nota: El 13 de Mayo de 2002 se da un paso hacia el cumplimiento de las profecías.

Fatima Virgen PapaConsagración de Rusia por los papas:

-Dic.1940 -Lucía recibe permiso para escribir al Santo Padre Pío XII, pidiéndole esta consagración. -Oct. 1942 -Papa Pío XII consagra al mundo con mención especial de Rusia. -Julio 1952 -Consagración especial solo de Rusia. -1965 -Papa Pablo VI también consagra a Rusia. -1982 -Papa Juan Pablo II consagra el mundo al Corazón Inmaculado. -1984 -Papa Juan Pablo II, Roma, ante la imagen de la Virgen, consagra el mundo colegialmente (con los obispos). Según Lucía, esta consagración fue conforme a los deseos de la Virgen. -2000 -Año Jubilar, El Papa Juan Pablo II consagra colegialmente (con los obispos) el mundo y el III milenio al Inmaculado Corazón el 8 de Octubre, durante el jubileo de los obispos. En la víspera el Papa guía la oración de un rosario mundial. Sor Lucia es televisada llevando uno de los misterios desde su convento.

La Virgen acepta la consagración La hermana Lucia ha dicho a varias personas que la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, hecha por el Papa Juan Pablo II en 1984, aunque no mencionó explícitamente a Rusia, fue aceptada por la Virgen. Lucia ha dicho esto a cardenales, obispos, a un ex-presidente de Filipinas, a Howard Dee, embajador de esa nación en el Vaticano, al Dr. Fred Zugibe de New York quien es experto en la Crucifixión. Cuando un obispo le preguntó a Lucia como ella sabe que la consagración fue aceptada, ella indicó que la Virgen aun se comunica con ella.

Almas víctimas del mensaje de Fátima: Las almas víctimas llevan con heroico amor grandes sufrimientos a favor de las intenciones de la Virgen. Las mas conocidas son Alejandrina y Aminda, a quien conocimos personalmente. Ambas pasaron muchos años postradas en cama. Ambas están ya con la Madre en el cielo.esa". Sor Lucía Arriba