En el corazón de Suiza, a 910 metros de altura surge la ciudad de Einsiedeln en el cantón de Schwyz. Debe su renombre al Santuario de Nuestra Señora de los Ermitaños.
Este ha sido el más antiguo y más activo centro del culto mariano en Suiza. Se puede afirmar que toda la vida religiosa de Suiza está íntimamente ligada a este monasterio.
Einsiedeln, que quiere decir “eremitas”, debe su nombre a que en el siglo IX vivían en las selvas vírgenes de la región algunos eremitas solitarios. Uno de ellos era Meinrado. Monje de la abadía de Reichenau se había retirado, conforme a la regla de san Benito, a la montaña Etzel; e internado en la selva fue asesinado el 21 de enero del año 861
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DEDICACIÓN ANGELICAL
La celda del santo se convirtió en núcleo de un monasterio cuando en 934 san Eberhardo reunió a los eremitas y fundó una abadía. Dedicados a la oración y al trabajo, los monjes dejaban como testimonio de sus labores manuscritos hermosamente ilustrados, conservados hasta hoy en la biblioteca del monasterio, y numeroso ganado en las praderas, que fueron despejadas mediante la tala de las selvas.
De la primera iglesia consagrada en 948 hay pocas noticias documentadas, pero la tradición cuenta que el obispo, llamado antes de consagrarla, vio en sueños cómo el Hijo de Dios la bendecía. Consecuentemente se negó a hacer lo que ya había hecho el mismo Jesucristo. Pero finalmente, iba a ceder a las insistencias de los monjes, cuando un ángel intervino: «Deja, hermano. Ya fue consagrada por Dios». Así es como todavía hoy se celebra anualmente el 14 de septiembre la fiesta de la «Dedicación Angelical».
Con motivo de esa fiesta comenzaron a llegar devotos de la Virgen, al punto que en 1466 acudieron unos 130.000 peregrinos. Tras superar una crisis y a pesar de un incendio que lo devastó en 1577, el monasterio floreció de nuevo. En los siglos XVII y XVIII los edificios góticos, viejos e insuficientes, se demolieron y se construyó el actual monasterio, embellecido con obras de eminentes escultores y pintores.
La victoria de 1571 contra los turcos en Lepanto, dio a la peregrinación un nuevo impulso. La caracterizaban el rosario y su fiesta del 7 de octubre y a las ceremonias litúrgicas se dio nuevo esplendor con procesiones y piezas de teatro al aire libre.
Las convulsiones de la Revolución Francesa llevaron a la disolución de la abadía y al saqueo del monasterio, que fue rehabilitado en 1801.
La estatua de la Virgen, vuelta de los escondites donde había sido enterrada, fue colocada en el camarín, pintada por primera vez negra. Aunque antiguamente era de colores naturales, el humo y el hollín de las velas la habían hecho morena.
El vestido que lleva desde el tiempo barroco, es el miriñaque de la corte española. Sin él y sin corona, la estatua se presenta esbelta y, como peregrina, dando un paso adelante hacia los otros caminantes. Su figura con el Niño en brazos, es de 117 cm de altura. Subiendo por la población, el peregrino se encuentra de improviso en la plaza frente al monasterio.
Llaman la atención las torres y entre ellas sale la iglesia, discreta y elegante. A sus lados, las alas del monasterio. En el santuario, la Virgen saluda sonriente desde el camarín. En los arcos y las bóvedas se extiende un solo fresco grandioso en que se perpetúa la «Dedicación Angelical». Es la virgen-madre, sencilla mujer del pueblo, como la presenta san Lucas en el evangelio. La réplica de esta obra maestra del siglo XIV, se puede ver en la gran sala.
A «su» Virgen Negra, los peregrinos volvieron a acudir cada vez más numerosos en los siglos XIX y XX. Aires de guerra entre 1870 y 1945, aumentaron la confianza del pueblo en «su Madre». En tanto, la comunidad monástica fue desarrollándose favorablemente y surgieron nuevos monasterios en Estados Unidos (Saint Meinrad, en 1854) y en la Argentina (Los Toldos, en 1948). El Siervo de Dios hermano Meinrad Eugster, fallecido santamente el 14 de junio de 1925, es muy venerado por los peregrinos.
EDIFICIOS
Esta Capilla no tiene el mismo estilo como el resto de la iglesia que es barroco. Esta capilla es clasicista porque la anterior fue destruida por los franceses. En el año 1798 vinieron los franceses con 6.000 soldados ya que en París estaban enfadados con el convento, porque éste había dado refugio a fugitivos políticos; así que querían vengarse y lo han hecho realmente a fondo. Robaron los caballos, destruyeron todo cuanto pudieron en la iglesia, la capilla y los órganos.
Robaron la estatua de la Santa Virgen negra y la llevaron a París. Sin embargo se trataba de una copia. Los monjes habían tomado antes sus precauciones. Un monje se ha disfrazado como vendedor ambulante y la ha llevado a San Gerold, un convento benedictino que pertenece a Einsiedeln. La estatua llegó hasta Triest. Allí tuvo su refugio en una familia protestante. Son perceptibles dos columnas muy grandes que salen de esta capilla y que se ramifican en ocho más pequeñas.
Por eso este espacio se llama octágono. Al pie de cada columna está el escudo de San Meinrad. Si se mira arriba se puede leer “Sanctus Meinrad, fundador de Einsiedeln.” De esa construcción se sabe poco, pero sobre su consagración también hay un episodio que ha pasado a la posteridad por el fresco que aparece en el techo del octágono que aflora de la capilla interior de esta iglesia abacial.
El fresco que muestra la visión que tuvo el obispo de Constanza, quien vino a consagrar la iglesia (en aquel tiempo bajo ese episcopado) y un ángel se le apareció y le dijo que la capilla ya estaba consagrada por Dios. El coro se distingue de la nave por el tono suave de los colores, por la riqueza de los ornamentos y obras de arte de referencia bíblica.
El corazón de la iglesia es el altar mayor con la mesa, separada del sagrario y de la cruz que están al fondo, que contiene como reliquia la cabeza de san Meinrado, y fue consagrada e inaugurada por Juan Pablo II el 15 de junio del 1984.
Desde la colina donde está la estatua de san Benito se distingue claramente la cruz arquitectónica formada por la iglesia y sus transversales, dentro del gran rectángulo, que mide 156 m. de largo y 136 de ancho. La misma arquitectura revela la jerarquía de valores que rige la vida monástica: el trabajo manual e intelectual, al servicio de Dios. De esta armonía resulta la paz benedictina.
EL MISTERIO DE EINSIEDELN
Se dice que los milagros más grandes que Dios obra por intercesión de Nuestra Señora de Einsiedeln no son las curaciones -recordadas por las muletas que cuelgan de los muros frente al camarín- sino las conversiones obradas en el sacramento de la confesión. ¿Y no revelan también el arquitecto y el pintor el misterio de Einsiedeln?. El peregrino, con el camarín a sus espaldas y los ojos hacia los cuadros, verá que el artista C. D. Asam pintó a Cristo en el centro de todos los frescos, marcando el eje occidente-oriente.
Así el Cristo de la «Dedicación Angelical»; el Cristo de la Última Cena; el Cristo de la Navidad; y en el coro del altar, el Cristo Redentor en la Trinidad y en la cruz remarcan que Cristo es el eje de la Iglesia.Documentos del siglo XIV dan testimonio de Einsiedeln como lugar de peregrinación. Y más tarde, un verdadero bastión del catolicismo contra la Reforma protestante.
Aún hoy, como en el pasado, es un centro mariano y religioso de primer orden. Las peregrinaciones que allí han acudido y que siguen acudiendo de todas las partes de Suiza y de Alemania, especialmente el 14 de septiembre y el 13 de octubre, son extraordinariamente numerosas. Antes de un gran festejo, un monje y un hermano son designados para vestir la figura con alguno de los muchos atuendos que posee. El más antiguo data de 1685.
La leyenda de los dos cuervos
Escena sobre el ataque al monje Meinrad. (Abadía de Einsiedeln)
Meinrad "vivió en esta colina 26 años; no obstante, en el año 861 vinieron dos hombres, él sabía por una visión de Dios que venían a matarlo, pues querían robarle. Aquí comienza la leyenda.
Se dice que dos cuervos que él habría criado persiguieron a sus asesinos". Gracias a sus graznidos –se afirma- los malhechores fueron descubiertos y ajusticiados en Zúrich.
Estos dos cuervos son el emblema de la ciudad y de la propia abadía, cuya primera construcción de estilo románico data del 934.
Abadía Benedictina de La Asunción de María