Su virginidad la abre a su maternidad espiritual


25 febrero– Italia, Venecia: Virgen de Nicopeia
- Francia. 9ª aparición en Lourdes (1858)

25 Virgen María de Iver o Panagia
Nuestra Señora de la Victoria, Constantinopla (621).
Nuestra Señora del Gran Poder, Quebec, Canadá (1673).


La Iglesia ha declarado desde su origen que Maria es « la Virgen del Señor »y todos los iconos de la Madre de Dios la presentan “siempre Virgen”, pero la afirmación dogmática de esa virginidad total y perpetua de la Madre de Dios antes, durante y después del parto de su Hijo no se impuso unánimemente sino progresivamente entre los Padres de la Iglesia, a través de varios concilios y en el Magisterio de la Iglesia. (…).

Incluso si el tema regresa regularmente como un « scoop » en la prensa, los Padres de la Iglesia, ya han zanjado la pregunta desde el siglo V, más allá de todas las razones bien fundadas, el argumento de juicio que todas la Iglesias apostólicas de Oriente y Occidente confiesan y reconocen desde siempre es de que: Maria no tuvo otro hijo ya que ella es “la Virgen del Señor”, y a Él ella fue totalmente consagrada.

Más allá del signo, hay que buscar como siempre el sentido profundo: María, Virgen y Madre, es el modelo admirable de la Iglesia. Su virginidad perfecta es el signo de su fe que ninguna duda altera y es el signo de su total consagración a Dios que es el fundamento de su misión única de Madre de Dios y de madre de los hombres. Ella no tiene según la carne más que un solo hijo, porque según el Espíritu ella está llamada a ser la madre de todos los hijos de Dios.