Dormición de la Virgen

13 de agosto:


La muerte de la Virgen, en presencia de los apóstoles, a excepción de Saint Thomas. Al igual que su divino Hijo, que resucitó y ascendió al cielo en el tercer día después de su muerte.

"Los Santos Apóstoles celebraron una conferencia relativa a la sepultura del cuerpo más sagrado de su Reina y Señora. Como se acordaron de que, según la costumbre de los Judios en el entierro, el cuerpo deificado de su Maestro había sido ungido con ungüentos preciosos y especias y envuelto en las vendas en el suelo sagrados; no pensaron en hacer lo contrario con el cuerpo virginal de su santísima Madre.

De acuerdo con ellos llamaban las dos doncellas, que habían ayudado a la Reina durante su vida y que había sido designadas como las herederas de su túnica, y se les instruyó a ungir el cuerpo de la Madre de Dios con mayor reverencia y modestia y se envuelve en el devanado -hojas antes de  ser colocada en el ataúd.

Con gran reverencia y temor las dos doncellas entraron en la sala, donde el cuerpo de la bienaventurada Virgen yacía en su sofá; pero el resplandor que sal1ía de él,
 las cegó de tal manera queno podían ver ni tocar el cuerpo, ni siquiera determinar en qué lugar concreto se encontraba

Con temor y reverencia aún mayor que en su entrada, las doncellas salieron de la habitación; y con gran excitación y asombro le dijeron a los apóstoles lo que había sucedido. Ellos, no sin inspiración divina, llegaron a la conclusión, que esta arca del pacto no debíaser tocada o manipulada en el camino común.

Entonces San Pedro y San Juan entraron en la oratoria y perciben la refulgencia, y, al mismo tiempo que escucharon la música celestial de los ángeles, que cantaban: "Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo." Otros respondieron: ". Una Virgen antes del parto, en el parto y después del parto" Desde entonces muchos de los fieles expresaron su devoción a María santísima en estas palabras de alabanza; y de ellos fueron entregados a repetirse por nosotros con la aprobación de la Santa Iglesia.

Los dos santos Apóstoles, San Pedro y San Juan, fueron durante un tiempo perdido en la admiración ante lo que vieron y escucharon de su Reina; y con el fin de decidir qué hacer, se hundieron en sus rodillas, suplicando al Señor para que sea conocida. Entonces oyeron una voz que decía: "No hable el sagrado cuerpo sea ya sea descubierta o tocado."

Por tanto, haber sido informado de la voluntad de Dios, trajeron un féretro, y, la refulgencia de haber disminuido un poco, se acercaron al sofá y con sus propias manos reverentemente cogieron la túnica en los dos extremos. De este modo, sin cambiar su postura, levantaron el Tesoro sagrado y virginal y la colocaron sobre el féretro en la misma posición que había ocupado en el sofá. Ellos podrían fácilmente hacer esto, porque no sentían más peso que el de la túnica.

En esta féretro del ex refulgencia del cuerpo moderó aún más, y todos ellos, por disposición del Señor y por el consuelo de todos los presentes, ahora podrían percibir y estudiar la belleza de ese rostro virginal y de sus manos. En cuanto al resto, la omnipotencia de Dios protegió a esta su morada celestial, de modo que ni en la vida ni en la muerte cualquiera debería contemplar cualquier otra parte, excepto lo que es común en la conversación ordinaria, es decir, su semblante más inspirador, por el cual había sido conocido, y sus manos, por lo que había trabajado.

Entonces los Apóstoles consultó más sobre su sepultura. Su decisión a ser conocido entre las multitudes de fieles en Jerusalén, trajeron muchas velas que se encenderá en el féretro, y sucedió que todas las luces quemadas a través de ese día y los siguientes dos días sin ninguna de las velas que se consumen o pierden en cualquier forma o manera.


Los Apóstoles tomaron sobre sus hombros el cuerpo sagrado y el tabernáculo de Dios y, como sacerdotes de la ley evangélica, dio a luz el propiciatorio de los oráculos y las bendiciones divinas en ordenada procesión del Cenáculo en la ciudad al valle de Josafat. Este era el acompañamiento visible de los habitantes de Jerusalén. Pero  había otra multitud invisible, el de los cortesanos del cielo.

Se compone de los mil ángeles de la Reina, continuando sus canciones celestiales, que fueron escuchadas por los Apóstoles y discípulos y muchos otros, y que continuó con dulzura durante tres días. Además de estos muchos otros espíritus había descendido del cielo, es decir, muchos miles o legiones de ángeles con los antiguos Patriarcas y Profetas, entre los que se encontraban santo Joachim Santa Ana, San José, Santa Isabel y el Bautista y muchos otros santos, que eran enviado por nuestro Salvador Jesús para ayudar a las exequias y entierro de su Madre santísima.

Cuando la procesión llegó al santo sepulcro en el valle de Josafat, los mismos dos Apóstoles, San Pedro y San Juan, que había establecido el tesoro celestial desde el sofá en el féretro, con gozosa reverencia colocado en el sepulcro y lo cubrió con un paño de lino, las manos de los ángeles de realizar más de estos últimos ritos que las manos de los Apóstoles. Ellos cerraron el sepulcro con una gran piedra, según la costumbre en otros entierros. Los cortesanos celestes regresaron al cielo, mientras que los mil ángeles de la Reina continuaron su reloj, guardando el sagrado cuerpo y mantener la música como en su entierro. El concurso de la gente disminuyó y los santos apóstoles y discípulos, disuelto en tiernas lágrimas, volvió al Cenáculo.

* desde La Ciudad de Dios, María de Agreda

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