Nuestra Señora del Rocío


Mayo 20

Es la imagen que se venera en el santuario dedicado a la Virgen María bajo esta advocación en Almonte, provincia de Huelva, partido judicial de la Palma. Es un lugar de romerías, la más importante de las cuales es la que organizan los sevillanos por Pascua de Pentecostés, haciendo el trayecto desde Sevilla al santuario de Almonte en caballerías caprichosamente enjaezadas y en carretas engalanadas. El auge de esta romería no cesa de crecer año tras año. Son multitudes de muchos centenares de miles de andaluces que se dan cita en la explanada del santuario a cantarle a la Blanca Paloma.

No es casual que sea ésta la advocación de la Virgen en torno a la cual se mueven mayores multitudes. Desde siempre y en todas las culturas, el rocío se ha considerado un principio vital para la tierra y para el hombre, y se le han asignado funciones fecundantes. Al transferirse a la Virgen María en sus diversas advocaciones la mayoría de atributos de las divinidades femeninas que poblaban los santuarios paganos, no podía faltarle el atributo de portadora del rocío. Unido a esto el fenómeno cultural de las romerías, una de cuyas funciones esenciales a lo largo de los siglos ha sido la de propiciar el encuentro de mozos y mozas de otros pueblos, a fin de evitar el estancamiento genético, no es de extrañar que sea precisamente la Virgen del Rocío la que ha aglutinado en torno a sí este singular fenómeno social, religioso y folklórico.
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La Virgen del Rocío es una advocación mariana que se venera en la ermita de El Rocío (Almonte, Huelva). La romería que se realiza en su honor es una de las más importantes de España, conocida internacionalmente y que congrega cada año a más de un millón de personas.

Origen histórico
Almonte estuvo poblada desde épocas muy remotas cuyos vestigios son frecuentes desde el paleolítico a la prehistoria. En época musulmana Almonte pertenece a la cora de Labla (Taifa de Niebla) (Huelva) con el nombre de al-Yabal (Almonte).

La conquista de Niebla tiene lugar en 1262 por Alfonso X el Sabio, hijo del rey Fernando III el Santo. Alfonso X repobló todas las tierras de la jurisdicción de Niebla a la cual pertenecía Almonte. En 1280, se realiza la primera repoblación en la zona occidental, donde se encontraba Almonte y la Rocina ya que la parte oriental tardaría algún tiempo en repoblarse.

Las crónicas históricas cuentan que el rey Alfonso X el Sabio, allá por el año 1270 mandó erigir una ermita consagrada a la Virgen en el lugar llamado de Las Rocinas, que había sido reconquistado a los árabes, donde colocó la imagen de Nuestra Señora las Rocinas, donde ha permanecido durante 700 años; se puede deducir que la ermita fue construida entre los años 1270 y 1275, en estilo mudéjar.

Las mismas crónicas relatan cómo en esos mismos lugares, el rey creó un coto de caza, atraído por la belleza del lugar y la cantidad de ciervos existente. Este coto se conoce hoy como Coto de Doñana. Todo aquel bosque se denominaba las Rocinas, cuyos límites imprecisos no solo albergaban la zona por donde transcurre el arroyo de su nombre, si no su extensión límites aproximados eran al norte bajando hacia el oeste la canariega, monteruelos, el pájaro y el tendedero de la higuerita, al sur la punta de malandar y al oeste la desembocadura del Guadalquivir hasta el año de braines: territorios éstos, qué después pasarán a la casa de Medina-Sidonia.

Aquella primera ermita duró hasta el terremoto de Lisboa, en 1755, que la dejó en ruina, la Virgen del Rocío fue llevada a Almonte y estuvo allí durante dos años seguidos, celebrándose allí la Romería del Rocío en el pueblo Almonteño, las reformas de la ermita acabaron en el año 1758.

Leyenda
El Rocío, cuya historia se encuentra hoy documentada en sus aspectos más importantes, ha estado envuelta en una leyenda, como ocurre con otras muchas advocaciones, que viene recogida en la Reglas de la Hermandad Matriz de 1758:

«Entrado el siglo XV de la Encarnación del Verbo Eterno, un hombre que había salido a cazar, hallándose en el término de la Villa de Almonte, en el sitio llamado de La Rocina (cuyas incultas malezas le hacían impracticables a humanas plantas y sólo accesible a las aves y silvestres fieras), advirtió en la vehemencia del ladrido de los perros, que se ocultaba en aquella selva alguna cosa que les movía a aquellas expresiones de su natural instinto. Penetró aunque a costa de no pocos trabajos, y, en medio de las espinas, halló la imagen de aquel sagrado lirio intacto de las espinas del pecado, vio entre las zarzas el simulacro de aquella Zarza Mística ilesa en medio de los ardores del original delito; miró una Imagen de la Reina de los Ángeles de estatura natural, colocada sobre el tronco de un árbol. Era de talla y su belleza peregrina. Vestíase de una túnica de lino entre blanco y verde, y era su portentosa hermosura atractivo aún para la imaginación más libertina.

Hallazgo tan precioso como no esperado, llenó al hombre de un gozo sobre toda ponderación, y, queriendo hacer a todos patente tanta dicha, a costa de sus afanes, desmontado parte de aquel cerrado bosque, sacó en sus hombros la soberana imagen a campo descubierto. Pero como fuese su intención colocar en la villa de Almonte, distante tres leguas de aquel sitio, el bello simulacro, siguiendo en sus intentos piadosos, se quedó dormido a esfuerzo de su cansancio y su fatiga. Despertó y se halló sin la sagrada imagen, penetrado de dolor, volvió al sitio donde la vio primero, y allí la encontró como antes. Vino a Almonte y refirió todo lo sucedido con la cual noticia salieron el clero y el cabildo de esta villa y hallaron la santa imagen en el lugar y modo que el hombre les había referido, notando ilesa su belleza, no obstante el largo tiempo que había estado expuesta a la inclemencia de los tiempos, lluvias, rayos de sol y tempestades.

Poseídos de la devoción y el respeto, la sacaron entre las malezas y la pusieron en la iglesia mayor de dicha villa, entre tanto que en aquella selva se le labraba templo. Hízose, en efecto, una pequeña ermita de diez varas de largo, y se construyó el altar para colocar la imagen, de tal modo que el tronco en que fue hallada le sirviese de peana. Aforándose aquel sitio con el nombre de la Virgen de Las Rocinas».

Hoy la historia sitúa los orígenes del Rocío dos siglos antes y todo indica que fue el mariano monarca Alfonso X el Sabio quien pudiera haber erigido aquella primera ermita, tras su conquista de Niebla en 1262, mandando colocar allí la bella imagen de la Virgen.